Vitoria - Pasadas las tres de la madrugada del sábado, los sonidos se silenciaron ya de manera definitiva en el Canciller Ayala. Varios músicos locales tomaron uno de los dos escenarios del hotel para hacer varios temas y protagonizar casi la única jam de este año en el hotel que sirve como sede al Festival de Jazz de Gasteiz. Fue el epílogo de una cuadragésimo primera edición que tanto en lo cuantitativo como en lo cualitativo ha dejado demasiadas interrogantes abiertas y la sensación generalizada de que el certamen necesita abrir un periodo de reflexión para plantear diferentes sendas a seguir a corto, medio y largo plazo. La fórmula actual está al borde del agotamiento.
La asistencia a Mendizorroza en las dobles sesiones del miércoles, jueves y viernes han sido el más claro síntoma de que ese análisis no puede esperar más. El certamen tiene un pasado que no sólo debe respetar, sino también valorar y reivindicar con ahínco. Pero esto no puede hipotecar su futuro. Ni tampoco el hecho de pensar que un lleno como el del sábado -por un concierto de salsa, no hay que perder eso de vista- puede salvar los muebles, tanto los económicos como los de otra índole.
La alternativa a no hacer nada, a seguir planteando el evento como si no hubiese cambios en la sociedad, en sus hábitos, en su relación con la cultura, en la propia música, en el mercado de los festivales, en el jazz... no se debe ni escribir ni pensar. Vitoria necesita a su Festival de Jazz, pero para eso se deben hacer planteamientos claros que sustenten el futuro partiendo de dos ideas básicas: que no se trata de ponerlo todo patas arriba mañana mismo sin más; y que no todo lo que se plantee tiene que funcionar sí o sí. Errar, a veces, también es un acierto. Quedarse quieto, en demasiadas ocasiones, es un error.
Es verdad que el festival tiene espectadores fieles desde hace muchos años y que tiene que atenderlos. Pero debe tener confianza en esas personas y pensar que, junto con él, pueden asumir algunas novedades o formas distintas de hacer las cosas. Eso sin olvidar que una de las misiones fundamentales del evento debería ser generar y atender a nuevos públicos -puntuales y estables- a través de distintas vías (por ejemplo, precios reducidos a jóvenes y personas desempleadas), algo que ahora mismo casi no se trabaja.
Ante todo esto (incluyendo fallos en el sonido de varios conciertos y otras cuestiones) se pueden buscar y encontrar excusas o incluso contraponer la buena noticia que ha supuesto a lo largo de toda la semana la entrada al Jazz del Siglo XXI. Pero sería hacerse trampas al solitario. Y sería perpetuar durante algunos años más una situación que no tiene vuelta atrás.
En lo musical Tampoco hay que negar que a este panorama han contribuido algunos conciertos de los que se esperaba bastante más. No ha habido decepciones ni malas actuaciones ni nada por el estilo, pero sí recitales sin pena ni gloria en los que ha quedado patente la calidad individual de los protagonistas pero nada más.
Decía el batería Hasier Oleaga hace justo una semana en una entrevista en este mismo periódico: “hay personas que usan la música para contar las historias que tienen en el corazón y personas que son grandes maestros en usar un lenguaje que utilizaron otros hace un determinado tiempo, limitándose a ello”. De eso último, este año el festival ha estado casi lleno. Y ahí está el gran problema, en que la sensación de déjà vu ha sido constante. Que en el Principal, el año que menos propuestas vanguardistas ha habido en la sección Jazz del Siglo XXI, se hayan producido dos de los tres mejores conciertos de esta cuadragésimo primera edición es algo que habla por sí solo.
Pero frente a cualquier peligro de caer en el pesimismo o de intentar desprestigiar al evento por lo acontecido estos días, hay que ser positivos. Mucho. El festival tiene en sus manos las herramientas para construir su futuro y hay que tener confianza en que lo va a conseguir porque, además, eso será bueno para todos.
Lo mejor. En un año sin grandes alardes, Theo Croker, Harold López Nussa y la actuación de Kenny Barron, Cyrus Chestnut, Benny Green y Eric Reed han ofrecido los mejores momentos.
Bajada en Mendizorroza. A excepción de un sábado protagonizado por un concierto de salsa, las dobles sesiones de miércoles, jueves y viernes se encontraron con demasiados huecos libres en el polideportivo. El Principal, por contra, ha incrementado algo su asistencia, aunque cabe recordar que la venta no pasa del patio de butacas y preferente.