Vitoria - No todo ha sido perfecto, pero una vez más el Festival de Jazz de Gasteiz ha tenido en el Principal un escenario en el que se han podido ver algunos de los conciertos más estimulantes de esta cuadragésimo primera edición. Con un excepcional Theo Croker se cerró ayer una sección de Jazz del Siglo XXI que termina sus cinco tardes consecutivas con un balance en positivo.
Se ha convertido ya en una costumbre en estos últimos años, así que el martes Konexioa fue la primera parada del ciclo, esa invitación que hace el certamen para unir de manera especial a un músico vasco con un colega de otros lares, sobre todo norteamericanos. Esta vez, el papel de anfitrión, por así decirlo, le tocó a Hasier Oleaga, un batería que no tiene precio, quien tuvo como compañero de juegos al barcelonés Jorge Rossy, todo un referente internacional. En definitiva, dos buenos amigos que hacía tiempo que no se veían y más que no tocaban juntos.
Como suele pasar en estos casos, a la formación presente en la calle San Prudencio se le notó falta de recorrido unida, pero aún así, había calidad suficiente para ofrecer momentos de brillantez, sobre todo por la acertada elección de un repertorio variado y singular. A destacar, la labor de Jorge Abadía a la guitarra, que aunque tuvo un par de momentos para el protagonismo supo ser un perfecto acompañamiento.
El miércoles fue el turno para el pianista cubano Harold López Nussa, que se metió en el bolsillo con un concierto más que acertado a un público que se puso dos veces en pie. Con temas propios pero también con arreglos de otros compositores y músicos cubanos como Chucho Valdés, supo construir una hora y media estimulante, enérgica, suave cuando quiso y muy interesante.
Eso sí, nada hubiera sido posible sin la inestimable ayuda de su hermano, el batería Ruy López Nussa, que estuvo perfecto de principio a fin. También cuando en una versión de un tema de Ignacio Cervantes, ambos se pusieron a tocar a cuatro manos el piano. Sin duda, un estreno el de Harold que sería de esperar que tenga una segunda parte dentro de no mucho.
Con esas buenas sensaciones se llegó a la tarde del jueves, en la que, por así decirlo, se vivía también una particular versión de Konexioa de la mano de Joel Ross y el cuarteto de Raynald Colom. La unión temporal pareció, sin embargo, no ser tal. Los cinco protagonistas caminaron bien juntos y unidos a lo largo de la hora y veinte minutos que duró un recital elegante, fino, técnico y bien medido ante un respetable bastante numeroso.
Hubo un guiño también a Thelonius Monk el día en el que el festival conmemoraba el centenario de su nacimiento, aunque sin duda de este concierto hay que reseñar dos cuestiones. El buen trabajo de Marco Mezquida al piano y el bis protagonizado a dúo por Colom y un Ross al que habrá que seguir de cerca. Todavía es joven para saber por dónde irán las cosas, aunque un disco se acerca para ir comprobando si las sensaciones son acertadas.
De esta forma, el ciclo llegó a su cita del viernes con la contrabajista Linda May Han Oh, que se estrenaba en Gasteiz como líder de su proyecto y para presentar, en gran medida, su reciente cuarto disco, Walk against wind. Lo hizo acompañada por un cuarteto que no terminó de completar la tarde redonda que se esperaba, aunque la intérprete demostró tanto con el contrabajo como con el bajo y la voz que calidad le sobra por los cuatro costados, igual que atrevimiento para expresarse en un más que decente castellano cuando se dirigió al público.
De principio a fin, la actuación siguió una misma línea, intentando crear una atmósfera que por momentos pareció completarse, aunque dejando la sensación de que al recital le faltó dar ese paso definitivo que hace que capacidad técnica y emoción sonora se unan. No siempre se consigue, pero es innegable la capacidad que esta mujer tiene tanto tocando como componiendo.
Eso sí, como si lo mejor siempre haya que guardarlo para el final, el cierre ayer correspondió al trompetista Theo Croker, que regaló a los presentes uno de los mejores conciertos este año de todo el festival. Muy bien acompañado por Femi Temowo (guitarra), Rick James (bajo) y Dexter Hercules (batería) -lo del piano, mejor dejarlo para otra ocasión-, el joven intérprete propuso una hora y media de actuación que supo a poco.
Incluso a pesar de algunos problemas con el sonido, Croker y los suyos arrollaron, aún sabiendo ser delicados cuando tocaba. Enérgicos, eclécticos y compactos, propusieron un recital bien medido, donde todos tuvieron su momento pero fue el grupo el que brilló.