Para la gran mayoría, esta decimosexta edición se ha pasado en un suspiro. Es hora de volver a casa y de que la familia azkenera se cite de cara a los próximos 22 y 23 de junio de 2018, cuando el que, por derecho propio, es su festival vuelva a abrir las puertas. Eso sí, antes de que muchos regresen a sus puntos de origen, es momento de asomarse a un año en el que no son pocos los que están percibiendo cambios de calado dentro del certamen, no tanto en lo musical como en otras cuestiones.

En lo importante, en lo que se refiere a los sonidos, como siempre hay opiniones para todos los gustos, sin olvidar que a alguno que otro la caída de The Meteors en el último instante le ha hecho daño. Aún así, en términos generales, son varios los comentarios en los que se coincide en una circunstancia externa que ha modificado la propuesta externa. “Creo que la coincidencia con la versión en Madrid del Download ha hecho que esta vez nos hayamos centrado más en los sonidos de siempre del Azkena y no tanto en el metal y propuestas más pesadas, por lo menos para mí”, comenta Julio, uno de los veteranos con los que DNA se encuentra desde hace tiempo, aunque el año pasado la paternidad le impidió venir desde León. “La mera presencia de Fogerty me valía aunque antes de venir ya tenía en la lista mínimo diez cosas que quería ver sí o sí, y eso no me pasa tan a menudo”, apunta este comerciante.

Esa impresión se repite en varias de las charlas, en encuentros en los que no aparece la polémica sobre la poca presencia femenina en el cartel de este 2017 por la denuncia realizada hace unos meses de manera pública, sino por el recuerdo de las palabras del líder de Refused, Dennis Lyxzén, en el ARF de 2016, cuando reclamó desde el escenario al público masculino compromiso para conseguir un mundo igualitario, también dentro del rock. Recuerda aquellas palabras Nacho, riojano que por sexta vez ha acudido a la capital alavesa. “Seguro que nos podríamos tirar horas hablando, pero él tenía razón: más que hablar, nosotros tenemos que hacer, también en las salas de conciertos a las que vamos, que esto no es solo algo de los festivales”.

Con todo, lo que tanto a él como a muchas otras de las almas presentes este año en Mendizabala les ha ocupado han sido las ya famosas pulseras cashless. María, dependienta viguesa que el año pasado fue infiel a Vitoria por el Mad Cool, era una de las que venía con muy mala experiencia, aunque parece que esta vez se ha reconciliado algo con el sistema. “Llámame clásica, pero esto tiene mucho peligro. A partir de cierto momento ya no te fijas en nada y yo me conozco”, ríe, aunque tanto ella como su pareja coinciden en que son más las facilidades que las complicaciones. Eso sí, no ven nada claro eso de que para recuperar el dinero no gastado haya que pagar un euro de comisión bancaria. “Es la puntita a unos gastos que, no es por nada, aquí se están poniendo por las nubes cada vez; lo de los hoteles en esta ciudad no tiene nombre. No te digo nada lo de 4,20 por una cerveza”.

Con todo, la familia azkenera ha puesto en valor este año muchos de los cambios introducidos, los nuevos espacios, la disposición del recinto, los tiempos con los que se ha anunciado todo lo relacionado con el festival... más allá de que “a veces los festivales parecen parques temáticos”, ríe Julio.