Segunda y última tarde la de ayer en un Mendizabala con, en apariencia, menos público que el viernes y donde había alguna que otra cara en la que era palpable el cansancio tras una madrugada maratoniana en el Azkena Rock Festival. Pero el cartel de la decimosexta edición no conoce el descanso y hubo que ponerse rápido en marcha, más allá de que el primer concierto empezó con algo de retraso. Bueno, con unos minutos nada más y a ritmo de jota aragonesa.
Fueron esos los sonidos que eligieron los madrileños SCR para salir como un cañón al segundo escenario, dispuestos a cargar de energía a los presentes, que todavía no eran demasiados pero que disfrutaron como enanos. A la fiesta se quiso sumar Pat Capocci, pero como ya se le había visto al mediodía en la Virgen Blanca (donde el ambiente fue inmejorable, por cierto), los pasos se encaminaron rápido a Buck & Evans en las terceras tablas del recinto. La voz de Sally Ann Evans quiso conducir al personal por el soul y el rock, y no hay duda de que la banda tiene fundamentos, pero a su propuesta le costó mucho conectar. Demasiado. Tal vez en sala tenga más sentido.
Con ese sabor de boca hicieron acto de presencia Bloodlights. Los noruegos liderados por Captain Poon (ex de Gluecifer) cumplieron de sobra con un sonido básico, demostrando lo que tantas veces pasa en la vida: lo sencillo no es simple, sobre todo si se sabe hacer. Además, cuando uno empieza diciendo que está en el mejor festival de rock de Europa, ya tiene parte del camino hecho. Como la cosa iba mejorando un poco, los ingleses Inglorious decidieron unirse a la fiesta demostrando cimientos pero repitiéndose un tanto en su propuesta.
A eso de las ocho de la tarde se entró en una fase de lo más variopinta, como por otro lado era esperable. Aparecieron Psychotica y sucedió lo inevitable. Ésta es una de esas bandas que o te enamora o es para salir corriendo en dirección contraria. No hay termino medio. En el Azkena tampoco. Claro, que 20 minutos después hizo acto de presencia Loquillo y hubo que dividirse. El de Barcelona tiró de temas nuevos y clásicos conocidos (La mataré, El ritmo del garaje...) para ofrecer un directo que se quedó a medias, también en parte porque el cantante ha sabido en otras ocasiones elegir mucho mejor sus compañeros de viaje. Hubo quien se divirtió, pero al Loco se le han visto actuaciones mucho mejores. Para completar el cupo de propuestas bien diferentes entre sí, ahí aparecieron Pelomono en el Trashville -aunque casi no hubo tiempo para verle- y Michael Kiwanuka. Había muchas dudas sobre si el británico iba a casar bien tanto con este festival como con la hora elegida para su actuación. No todo el mundo apostaba por su soul, aunque el cantante consiguió sumar a unos cuantos oídos a su causa. El ARF no sería tal sin apuestas de este tipo. Cuando la noche ya era casi total, llegaron los que faltaban, es decir, Thunder. Puede que pasen los años, las idas y venidas, y lo que se quiera, pero el que tuvo, retuvo más allá de que es verdad que hubo tiempos mejores.
Tras ellos llegó el momento de ver a Chris Isaak, Union Carbide Productions, The Cult, Wyoming & Los Insolventes, The Devils y Bob Log III, aunque eso ya sucedió cuando este periódico iba camino de convertirse en papel, así que tiempo habrá mañana de contarlo.