Cara afligida, andares vacilantes, mira perdida, manos sudorosas y? sin bombo; así deambulaba por las cercanías de La Condomina, el famoso y popular Manolo, Manolo el del Bombo, a quién horas antes del comienzo de un partido, una desalmada mano había robado el sonoro instrumento que había dejado compuesto y sin novia a este personaje de la farándula futbolera que estuvo casi veinticuatro horas viudo de acompañante musical, perdido en la soledad sin bombo desparecido, robado, expoliado con nefandas intenciones; a él, a Manolo el del Bombo, más de cuatrocientos partidos acompañado los colores y vicisitudes de la selección por esos campos de Dios con siete citas mundiales y nueve europeas, orgullo y símbolo de una afición que asistió impotente al robo, desaparición, pillaje del cuero más sonoro de la piel de toro.

Por fortuna el bombo apareció y Manolo pudo recuperar la color, ánimo y mazo para azotar, percutir y animar desde el corazón entregado del fiel seguidor (44 años) de los de la roja.

Precisamente un jugador de la selección volvió a tenerlas tiesas con los medios a quienes recriminó calentar los ánimos a base de repetir una vieja polémica a cuenta de los pitidos y silbidos que recibe Gerard Piqué cada vez que toca el balón, en una nueva edición del choque grada-jugador, que según el protagonista alimentan los medios en un erre que erre, que terminará por aburrir al apuntador.

Sea por cuestiones políticas, sea por su acendrada fe culé y en consecuencia práctica antimadridista, o vaya a saber qué mueve las gargantas los aficionados, la polémica está servida y el excelente defensa otra vez en medio del tornado, atacando a los periodistas por repetir con cansina insistencia el rollo de insensatos pitidos a un jugador entregado y esencial en el juego de su equipo nacional.