Barcelona - El director de cine Carlos Saura, que esta semana ha recibido en Barcelona el premio GAC por una exposición de sus fotografías, considera que en el cine que hoy se está haciendo para la televisión “está trabajando gente con mucho talento, pero se trata de un cine más comercial, pensado para gustar de manera inmediata y, en general, con poco riesgo, un cine menos personal”.

Desde que él debutara en 1959 con Los golfos, el cine, indica Saura, ha cambiado mucho por los materiales de trabajo, por las nuevas tecnologías, y “hoy en día cualquier persona con una cámara digital ya tiene calidad suficiente para hacer producciones de gran tamaño, que se pueden hacer con pocos medios, ya que no se debe pasar por los laboratorios e incluso se puede montar en casa con un buen programa de ordenador”.

Sin embargo, este aparente poder democratizador de la tecnología sobre el cine ha traído otro problema: “Por esa facilidad aparente, ahora hay miles de directores en todo el mundo que están haciendo su pequeña película, que debe competir con el cine industrial de siempre, controlado sobre todo por Estados Unidos, con grandes películas, grandes efectos, palomitas y cocacolas”.

Siempre entre la fotografía y el cine, y el cine y la fotografía, Saura confiesa que desde siempre le gustó dibujar, escribir y la fotografía; y todo eso le llevó a “algo que parece más importante, que es hacer una película”, porque “finalmente, todo es una herramienta para hacer una película, y todo lo demás es accesorio, incluida la música, que es una maravilla”.

Asumiendo que “hoy la fotografía está al alcance de cualquier persona que tenga un móvil o una tableta”, Saura piensa que fotografía y cine son dos cosas diferentes: “En el cine se trata de contar una historia, está más cerca de la literatura, mientras que en la fotografía es muy difícil contar una historia a no ser que lo hagas a través de varias fotos”.

Aun así, Saura todavía ve la fotografía como algo “mágico”, por su capacidad de “detener el tiempo, algo que no tiene el cine”: “Cuando accionas el disparador y se activa el obturador, lo que tienes capturado dentro de la máquina ya es pasado, o sea, que es una caja de cadáveres”.

En fotografía, Saura trabajó en blanco y negro hasta que comenzó a utilizar cámaras digitales por una cuestión práctica: “Siempre traté de hacer mis ampliaciones, tener mi laboratorio, tratando de ser responsable de mis fotografías desde el principio al final, algo que también he podido hacer con la edición de las fotografías digitales en color”.

Saura se ha convertido en su vida en un coleccionista de cámaras, más de 700, que ha ido comprando poco a poco, comenzando por las que le “hubiera gustado tener de joven pero no podía”. Una de sus favoritas es una Ermanox, fabricada por Ernemann que apareció en 1924, “una cámara totémica, porque era anterior a la Leica, con un objetivo muy luminoso”. “Es raro el día que no hago una fotografía”, confiesa Saura, que exhibe su cámara colgada al cuello en todo momento, y que no se decanta por un género concreto, sino que hace paisajes, retratos o lo que le parece.

proyectos de futuro Preguntado por sus proyectos cinematográficos, dice que tiene “muchos en marcha”. Uno de ellos es 33 días, un filme sobre la realización del Guernica de Picasso, que ha pasado por numerosas dificultades de producción, “aunque ahora parece que se va a hacer después de que haya entrado un productor mexicano”.

Para este proyecto, que espera que se comience a rodar este año, es “absolutamente fundamental” la participación de Antonio Banderas en el papel de Picasso.

En paralelo, Saura tiene firmado un contrato para “un musical argumental entre México y España” al estilo de su filme Tango, pero, en este caso, con la música mexicana, que “va más allá de las rancheras, los corridos y los boleros”.