- No es la primera vez que con Claudio Tolcachir a la dirección y Carlos Hipólito en el reparto, una obra se adueña de cada una de las butacas del Principal. Hoy, La mentira les devuelve al escenario de la calle San Prudencio, esta vez en compañía de Natalia Millán, Armando del Río y Mapi Sagaseta, obteniendo el mismo resultado. No queda un hueco libre, además desde hace tiempo para una cita que, como de costumbre, arrancará a las 20.30 horas dentro de la ya agonizante programación invierno-primavera de la Red de Teatros.
Hace un par de años que en París se estrenó la última obra de teatro de Florian Zeller, novelista y dramaturgo nacido en la misma ciudad que en lo que va de siglo se está haciendo un nombre más que interesante dentro y fuera de su país. En poco tiempo, Le Mensonge ha cruzado el Bidasoa para convertirse en manos de Tolcachir -otro actor, dramaturgo y director referencial tanto aquí como en su Argentina natal- en La mentira, una comedia que antes de regresar a Madrid (en concreto al Teatro Maravillas) sigue de gira por la península, un camino que hoy tiene parada obligada en Gasteiz.
Al final, la obra parte de una premisa ya explotada en otras creaciones, es decir, dos parejas quedan una noche para compartir un rato de diversión y encuentro, sólo que por la mañana una de las esposas ve al marido de la otra con una mujer que no es la suya. Eso sí, a partir de ahí el espectador se encontrará con un desarrollo que no espera y un final que sorprende, o por lo menos así lo pretende.
Las relaciones matrimoniales y el siempre difícil juego de la verdad en la mentira dentro y fuera de la familia son los dos pilares sobre los que se sustenta una comedia en la que cualquier espectador se podrá sentir identificado, un montaje de una hora y media aproximadamente en el que, sobre un ritmo vivo, Zeller reflexiona a golpe de carcajada acerca de la vida en común.
Cabe recordar que el propio Principal acogió hace justo un año -bueno, fue a principios de mayo- la versión que de El padre protagonizó Héctor Alterio, un texto que, para muchos, es, por ahora, el gran éxito de Zeller, el que le ha colocado en una posición de privilegio.