la verdad es que la televisión de nuestros azacaneados días es un auténtico rollo, un rollo manifiesto, un muermo que nos acompaña día sí y día también, con más de trescientos minutos de media dedicados a ponernos frente al ojo mágico, la pequeña pantalla que se decía in illo tempore de forma cursi y afectada, que nos engulle, deglute y aprisiona. La civilización del ocio, la cultura de la imagen, la era mediática son expresiones que amparan un inmenso consumo de imágenes y tele que se ha convertido en la gran masajista de mentes contemporáneas, en un ejercicio frenético de entretener, informar, conformar opinión y manipular conductas humanas que asisten impávidas a la ceremonia de la confusión de conectarse con la aldea global a través de las distintas cadenas , que tienen en común poderosa capacidad de que traguemos abundante bazofia. La televisión es un rollo, expresión que todos hemos manejado en nuestro diario caminar, pero a pesar de ello, seguimos consumiendo con voracidad extrema lo que cada tele presenta como producto exclusivo cuando en realidad es copia de rollos mediáticos más o menos bien enlatados y eficazmente presentados entre suculentos bloques comerciales. La televisión es frenético rollo cuando aparecen en pantalla tertulias más o menos plurales que nos enloquecen con su agresiva dialéctica, o cuando los presentadores quieren mostrar la actualidad con ideas preconcebidas que tergiversan las historias, o cuando los realityes inundan las horas de programación con toneladas de estulticia humana servida en los más desgarradores planos y secuencias de una trituradora del ser humano. La televisión es un rollo cuando los gestores de la misma se copian con descaro total en la producción de concursos, lucha de talentos, competiciones de barrio por alcanzar una brizna de glamour mediático. La televisión es un inmenso erial de aburrimiento y rollo; a lo mejor porque somos atorrantes, coñazos y muermos.
- Multimedia
- Servicios
- Participación