manolo Blahnik: El Arte del Calzado, una colección de más de 200 de sus creaciones procedentes de su archivo privado de casi 35.000 diseños únicos, fue inaugurada el miércoles en un acto multitudinario que dejó de manifiesto que en este caso no hay frontera entre moda y arte. Vestido con un traje de lana tweed en rojo chillón, con corbata roja de lunares blancos, el creador canario afincado en Londres desde finales de los 60 derrochó entusiasmo al presentar esta muestra que estuvo antes en Milán, la ciudad donde se fabrican de forma casi artesanal los famosos manolos.
“Me he vestido de rojo en homenaje a Rusia”, dijo. Rechaza ser un revolucionario, ni en el sentido literal, ni en sus creaciones, y asegura que se fija “siempre en la tradición, porque sin la tradición no somos nada”. El Hermitage y Catalina la Grande han sido algunas de sus fuentes de constante inspiración. Además se siente “fascinado” por la obra de Pushkin y por todo ello considera “un honor” poder presentar esta impactante muestra en el Hermitage. La naturaleza, la arquitectura, el arte, la botánica, la literatura, el cine, el siglo dieciocho, Italia, Rusia, España -con claveles- o Japón y muchas otras influencias son palpables en esta gran exposición que abarca desde su primera colección, en 1970, hasta la actualidad.
La inspiración en grandes pintores es igualmente evidente en creaciones claramente identificables con Mondrian, Goya o Picasso. La del cine por ejemplo en sus modelos de Visconti, como un zapato con lazo “inspirado en un vestido que llevaba Silvana Mangano” en una de sus películas. La selección incluye también la colección de zapatos Marie Antoinette, galardonados con un Oscar, que creó para la película del mismo título de Sofia Coppola.
Zapatos de gala, para grandes veladas, otros con arcos y formas influidas por su admiración por la arquitectura, espectaculares stilettos casi todos los de la muestra, pero también botines y superbotas como unas interminables que calzó Rihanna. También hay un amplio apartado con zapatos dedicados a las personas que más han influido en Blahnik: desde Anna Piaggi, la legendaria editora de moda del Vogue italiano, hasta la actriz Brigitte Bardot, o la figura de Alejandro Magno, una de sus obsesiones. “No me gusta que me llamen diseñador. Yo soy un dibujante, o quizás un artesano, pero no un diseñador”, dijo Blahnik. Y en efecto, lo es. Visita las fábricas de Milán durante tres meses al año para cristalizar personalmente cada colección. Todos los zapatos que elabora se basan en sus bocetos y perfecciona con sus propias manos las hormas y tacones, porque una de las características de su calzado es que aúna lo artístico con la comodidad.
en menorca Entre sus próximos proyectos revela uno que le hace mucha ilusión. “Voy a empezar a hacer cosas en Menorca. Estoy contentísimo porque he encontrado una fábrica todo a mano, voy a hacer manoletinas, de torero, zapatos tipo Pérez Galdós, ‘Fortunata y Jacinta’. Creo que pueden hacerlo muy bien. No creo que puedan hacer miles y miles de pares pero hay un público para esto”, afirma.
Sobre las mujeres que usan sus zapatos, rehúsa dar nombres.
“Yo no hablo nunca de señoras, de nombres”, afirma, pero termina reconociendo que jamás haría unos zapatos para Marine Le Pen “¿Está usted loca?”, y en cambio le encantaría hacerle unos zapatos a Brigitte, la esposa del nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, “Por encantadora y porque me fascina la historia de amor de esta pareja”.
La inauguración de la muestra contó con la presencia del embajador de España en Rusia, Ignacio Ybáñez, y el consejero cultural, Álvaro de la Riva, y tras su paso por San Petersburgo, se trasladará después al Museum Kampa de Praga y al Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid, antes de llegar a mitad de 2018 al prestigioso Bata Shoe Museum de Toronto.
Cuando se le menciona que asiste más público y prensa a su exposición que a otra reciente de Dali en el mismo museo, Blahnik lo tiene claro: “es que don Salvador está muerto, yo estoy vivo y coleando”.