Barcelona - Casi tres años después de su última visita a Barcelona, la escritora Yasmina Reza regresó ayer a la ciudad como pregonera de la Fiesta de Sant Jordi, pero también para hablar sobre su nuevo título, Babilonia, e incluso para reflexionar sobre Francia, un país al que hoy ve “totalmente indefinible”.
Acompañada por la editora de Anagrama, Silvia Sesé, la autora parisina comentó que su nueva novela, Babilonia, en la que vuelve a diseccionar como nadie las relaciones humanas en las sociedades occidentales, nació de una imagen que apareció un día en su cabeza en la que vio a una pareja en una cama y cómo despertaban por la llamada a la puerta de un vecino que les comunicaba que acababa de matar a su esposa. A partir de esta idea, construye un artefacto literario en el que muestra lo que sucede después de que Elisabeth, una ingeniera de patentes, que acaba de entrar en la sesentena, convoque una fiesta para celebrar la primavera, junto a su esposo y algunos amigos. El paso del tiempo, las relaciones de pareja o los convencionalismos vuelven a ponerse bajo la lupa de la autora de la tan representada Arte, en una obra en la que brillan los pequeños detalles, con fogonazos de humor que llegan a provocar la carcajada. “Soy una observadora de las pequeñas cosas domésticas y es en lo cotidiano donde se pueden hacer las reflexiones más profundas”. Quizá la novela suya en la que más acontecimientos suceden es también un texto en el que aparecen jueces de instrucción y es que, tal como ha confesado hoy, un par o tres de veces al año le gusta ir como oyente de juicios, donde se ha dado cuenta de que, si los abogados “hacen bien su trabajo, se llega a estar de acuerdo con todo lo que dicen todos, acusados y defendidos”.
Asimismo, Reza no obvia en estas páginas consideraciones sobre el paso del tiempo. En su opinión, a partir de un determinado momento de la vida se deberían “borrar las cifras, celebrar las cosas pero sin tener en cuenta la edad”, y ha agregó que entiende que le pregunte un médico, pero no “cuando compramos una aspiradora”. Aunque dentro de un par de años cumpla sesenta, ha dicho no sentirse mayor, pero añadió: “Respecto a la edad tampoco soy ninguna sabia”.
En cuanto al humor que tamiza la obra, resaltó que tanto en la vida real como en la escritura es “tragicómica”. “Quizá viene de mi cultura judía, de una casa en la que nos podíamos reír de todo y, de hecho, lo hacíamos, también de nosotros mismos”, rememora. Optimista a ratos, en esta novelavuelve a poner en la picota a la pareja y al matrimonio. “Después de examinarla creo que se trata de una construcción muy artificial. No nacemos para formar una pareja y una familia. La pareja es la madre de todas las locuras y también en ella puede ser muy violento lo que ocurre. Nadie me ha dicho que algo de lo que he escrito sobre la pareja sea falso”, apostilló.