Vitoria - Fue hace unos días en la ciudad alemana de Friburgo, donde reside desde hace años. Ante el público, el pianista gasteiztarra Alfonso Gómez presentó en directo el octavo trabajo discográfico de su carrera, Maurice Ravel. Piano Works Vol 1 (Alien Sound & Art), un álbum que se completará con una segunda parte dentro de un par de años y con el que el instrumentista quiere recoger la obra completa para piano del compositor nacido en Ziburu.

“Para mí, este disco es uno de los más importantes de mi trayectoria. Es el primero producido en Alemania y personalmente es con el que más satisfecho me he quedado. Tanto el productor (Johann Christian Schulz) como yo teníamos unas expectativas muy altas y no hemos querido publicarlo hasta estar totalmente convencidos del resultado”, explica el músico vitoriano sobre un CD registrado en el Ensemble Haus de Friburgo a finales de junio del año pasado.

En esta primera entrega del proyecto se encuentran Gaspard de la Nuit, la suite Miroirs, Juegos de agua, Pavana para una Infanta Difunta y La Valse. “La obra para piano de Ravel es sensacional, de una belleza y perfección abrumadora. Pero también es un reto por su dificultad técnica e interpretativa. En este primer volumen he optado por grabar principalmente las obras más virtuosísticas de su repertorio, ya que me veía en un buen momento para afrontarlas en un estudio de grabación”. Ahora, de todas formas, es el turno del público -para conseguir el CD desde aquí en breve se podrá comprar por Internet pero se puede solicitar ya a través de info@aliensoundart.de-, oyentes a los que Gómez quiere invitar a redescubrir las creaciones de “este grandísimo compositor” para lo que el pianista ha buscado “dar lo mejor de mí mismo y ofrecer la interpretación más cuidadosa y meticulosa posible”.

En principio, y si los planes se cumplen como están previstos, en 2019 se publicará la segunda parte del proyecto, un álbum para el que “he reservado en especial sus últimas obras, más íntimas pero también más complejas desde un punto de vista intelectual. Espero que estos dos años me den la madurez necesaria para abordar este repertorio”. Claro que Gómez tiene una estrecha relación con las composiciones de Ravel desde que era un niño. “Me ha fascinado el impresionismo francés y tanto Ravel como Debussy figuran en el programa de muchos de mis conciertos. A Ravel en concreto lo he interpretado en España, Francia, Alemania, Holanda, Corea del Sur y Taiwán, y desde el principio me he sentido de alguna manera muy identificado tanto con su persona como con su manera de entender la música. Era un compositor por una parte extremadamente moderno y, por otra, un creador que estaba mirando siempre hacia atrás, hacia al pasado. (...) Además siempre me ha fascinado su autodisciplina y autocrítica constante, ese minucioso trabajo de composición en el que ni falta ni sobra una sola nota y que no acaba hasta que la obra haya sido destilada al completo, como un brillante al que hay que pulir hasta el final”, apunta.

Con todo, el instrumentista está acostumbrado a trabajar tanto con compositores actuales como con autores de otras épocas, algo que “parece sorprender a buena parte del público” pero también a los creadores contemporáneos. “Nunca me ha gustado que me pongan etiquetas y esto tiene que ver con mi postura hacia la música en general: interpretamos simplemente música clásica, y ésta no termina en 1945 sino que prosigue y palpita hoy en día en las notas que en este mismo momento escriben miles de compositores actuales. Negar eso es negar el acto creativo de la música, o hacer del arte sonoro un mausoleo”, argumenta, al tiempo que define que “la música actual no se entiende sin ese bagaje cultural tan importante que es la tradición, al que tenemos que seguir rindiendo homenaje, en el que tenemos que seguir trabajando y que es tan importante en nuestra sociedad. En cualquier caso no concibo el pasado y el presente musical como una dialéctica enfrentada sino como algo homogéneo, orgánico y continuo”.

En este sentido, el músico describe que el trabajo con los diferentes compositores es tan distinto. “Sí que cambia, sin embargo, la manera de interpretar los diversos estilos, ya que cada época, país o incluso zona tenía y tiene una manera diferente de componer e interpretar su respectiva música. (...) Lo que también cambia, en concreto con Ravel, es que el intérprete se enfrenta a una tradición raveliana, a una historia de la interpretación de su obra la cual tenemos que conocer para, o bien aprender de ella o, siendo iconoclastas, huir de ella para encontrar nuestra propia libertad interpretativa. En este disco he intentado encontrar un equilibrio entre ambos extremos”.

Con todo, el gasteiztarra no para. De hecho, está trabajando también en otro disco con un programa de obras de compositores alemanes actuales. Sin olvidar, por supuesto, la segunda parte sobre Ravel. Además, da clases y cursos en dos universidades de música muy prestigiosas, la de Freiburg y la de Stuttgart. Y su agenda de conciertos tampoco se detiene. Así, el próximo 23 de mayo actuará en Bilbao y en noviembre volverá a Vitoria para tomar parte en el Bernaola Festival. “Combinarlo todo está siendo una locura, pero, como decía Samuel Beckett, todos nacemos locos y algunos continúan así siempre”.