Entre el segundo y tercer piso, a los pies de una escalera de madera, una pequeña puerta se abre. Da a una pequeña habitación previa a un baño. Ahí, entre cierta oscuridad, aparece colgada una de las identificables figuras humanas que son sello del artista vitoriano Koko Rico. Y a pesar de lo curioso de la situación, del contexto, de la forma en la que el espectador tiene que acercarse, entrar, curiosear y mirar, por momentos da la impresión de que palacio y obra llevan juntos desde hace tiempo, entablando una relación entre lo antiguo y lo contemporáneo que recorre toda la parcela, desde su exterior hasta los huecos interiores de las torres.

De hecho, no se puede hablar, en este caso, del palacio Otálora Guevara como un contenedor ajeno a lo expuesto. Su personalidad, su historia, su luz, su disposición... el importante trabajo de restauración y rehabilitación llevado a cabo en este edificio de Zurbano durante dos años por parte de Mi Castillo de Arena han terminado por formar parte del discurso de una muestra en la que Rico, sin querer hacer una retrospectiva, dispone creaciones llevadas a cabo los últimos 25 años. “He dejado el estudio desmantelado” dice con una sonrisa el artista, que lleva trabajando en el montaje de manera intensiva desde hace varias jornadas.

Todavía quedan algunos detalles pendientes por concretar -un trabajo a varias manos puesto que los responsables de Mi Castillo de Arena también suman- pero todo estará listo para este viernes, cuando se procederá a la inauguración (es necesaria invitación) de una exposición que se podrá visitar hasta el próximo 17 de junio. En concreto, los interesados podrán dirigirse a la página web micastillodearena.es, al e-mail info@micastillodearena.es o al teléfono 945 261 084 para reservar las visitas, que se llevarán a cabo de jueves a domingo y cuyo acceso costará siete euros por persona.

Propuesta Más o menos unas 80 esculturas, algunas fotografías y una veintena de dibujos conforman el cuerpo de esta producción cuyos primeros pasos se empezaron a dar hace uno año. Fue cuando desde Mi Castillo de Arena, dentro de su intención por potenciar y difundir la creación artística cercana y lejana, se pusieron en contacto con Rico para ofrecerle este palacio de 1640 a modo de galería única. Sin embargo, el artista reconoce que “al ver todos los tapices, cuadros, materiales... que había aquí, pensé que era imposible”.

Aún así, la implicación de Mi Castillo de Arena y “mis ganas de responder a su valentía” terminaron por convencer a ambas partes que la propuesta era posible. El resultado es un recorrido que el escultor plantea en todo momento haciendo que su obra y las estancias dialoguen, como sucede en una antigua capilla o en los pequeños arcos que se abren en el tercer piso para sujetar el techo. “Es un espacio muy singular, con mucha fuerza y eso es algo que me ha interesado mucho desde el principio de todo esto”.

Además, aunque tampoco es bueno descubrir todo, habrá piezas que se irán creando entre las llamas de dos chimeneas, o una gran mesa de dibujo a través de la cual trasladar el taller de Rico hasta Zurbano. “Me gusta haber mezclado obras de distintas épocas porque también me sirve para ver que lo que es más lejano en el tiempo, sin embargo no está desfasado, sigue teniendo actualidad, por lo menos para mí”.

Con todo, Rico reconoce que preparar la muestra ha sido un proceso titánico en muchos sentidos. “Hay obras que las hemos cambiado 20 veces de sitio”, sonríe, mientras no descarta algún movimiento más de última hora dentro de un palacio que no solo aporta sus paredes y estancias. Es el caso de un gran árbol genealógico de los Verástegui que, con el peso de su pasado, juega con lo contemporáneo de las creaciones que le rodean entre el segundo y tercer piso, a los pies de una escalera de madera.