PARÍS. El director creativo de la firma, Bill Gaytten, retomó así un personaje que ya fue utilizado por el gibraltareño John Galliano en 1998 en una línea de Alta Costura para Christian Dior.
"Ha sido muy inspirador trabajar en esta colección, sobre todo en la búsqueda de tejidos. Fue agradable buscar una imagen rica y a la vez muy decadente", explicó Gaytten a EFE tras el desfile.
En esta propuesta, dentro del calendario oficial de la Semana de la Moda de París, en la que se presentan las colecciones otoño-invierno 2017/2018, los tejidos fueron mucho más importantes que las formas en sí: lamé, pelo, terciopelo o astracán combinado con pelo de oveja para rejuvenecer los abrigos.
La colección presumió también de carácter británico, algo rebelde, y así se acompañó el show con música punk y se presentaron chaquetas voluminosas en torno a las caderas combinadas con minifaldas, camisas caídas sobre el hombro y mangas ultralargas.
Los vestidos mantuvieron el corte a media pierna, si bien un diseño llamó especialmente la atención por su originalidad: los pliegues del vestido van marcando un falso movimiento escondiendo así la auténtica identidad de la prenda... un vestido-pantalón.
"Hubo una foto de Casati que me inspiró especialmente. Llevaba un vestido y una especie de quimono con pantalones por debajo, así que puede parecer innovador, ¡pero ya se ha hecho antes!", hizo notar el diseñador.
Casati, musa y mecenas, inspiró libros, películas y obras de arte con la idea de ser una obra de arte viviente, una idea para la cual se valía sin duda de un vestuario excéntrico y arriesgado.
La extravagancia del personaje y sus aires teatrales la convierten en un personaje ideal para el imaginario de la marca, que en esta ocasión añadió unos exagerados sombreros de pelo para cerrar el look.
Por otro lado, Pier Paolo Piccioli continúa su viaje en solitario al frente de Valentino, mientras su ex compañera de diseño, Maria Grazia Chiuri saborea su nuevo éxito en Dior.
La firma desfiló hoy presentando largos vestidos sobre la pasarela en una silueta "evasé", sin apenas espacio para marcar las formas femeninas: vestidos de cuello cerrados con vuelo desde el pecho hasta por debajo de las rodillas.
Los pliegues y plisados de la tela marcaban el movimiento de la prenda, que por momentos parecían auténticas túnicas o capas -más típicas de la "maison"-, acompañadas con botas de piel altas, que ofrecían una estética muy setentera.
Los tonos rosados que variaron desde el rosa pastel hasta el burdeos pasando por el malva, el fucsia pero también el rojo fueron los protagonistas de la línea, junto a algunos total looks negros y detalles en amarillo pastel y verde mar.
La idea era romántica aunque, como en la colección primavera-verano 2017 que la casa presentó en octubre, había un fondo transgresor, ligeramente punk, con un maquillaje oscuro en ojos y labios, coloreados en un profundo color tinto.
No pudieron faltar los encajes ni las transparencias que han hecho famosos los vestidos de la firma italiana, mientras que en los estampados destacaron las impresiones de motivos florales, un poco sesenteros o en clave boho.
Valentino es otra de las casas que en esta pasarela otoño-invierno 2017/2018 parece apostar por el lurex y, especialmente por el terciopelo, como en el espectacular vestido rosa que cerró el desfile, que combinó este suave tejido con un translúcido negro bordado de encajes en una estética medieval.
En esta jornada también llegó el turno para la firma francesa Céline, que en su línea minimalista propuso que las camisas largas y vestido se lleven por encima de los pantalones.
La silueta de sobrios vestidos rectos por debajo de las rodillas combinados con botas altas también funciona en la marca para el próximo invierno, mientras que gabardinas, trajes de chaqueta y abrigos de sastrería se llevan en clave "oversize".