MALTA

Su estratégica ubicación en el Mediterráneo entre África, Asia y Europa ha hecho que fenicios, griegos, romanos, árabes, españoles y británicos hayan moldeado y dejado su impronta cultural que aún perdura hoy en día. Huellas prehistóricas como Los templos megalíticos de Malta, manifestación de una cultura singular que se desarrolló en las islas entre los años 5.000 a. C. y 2.500 a. C., las construcciones más antiguas de esas características que se conocen en el mundo; Hipogeo de HalSaflieni, único templo subterráneo prehistórico conocido excavado hacia el 2.500 A.C. y la capital de la Isla La Valletta, fundada en honor de Pean Parísot de la Valletta, Gran Maestro de la Orden de los Caballeros de San Juan, que fue el que hizo reconstruir la ciudad una vez que consiguieron expulsar a los turcos a mediados del siglo XVI. Estos tres lugares han sido declarados Patrimonio de la Humanidad.

En esta pequeña joya del Mediterráneo, además de su innegable y atractiva belleza natural, podremos descubrir su patrimonio complejo y diverso con sus fortificaciones, bastiones y murallas reforzadas por los caballeros medievales de la Orden de Malta, sus palacios barrocos, iglesias católicas y anglicanas y edificios de origen medieval. Representaciones teatrales en la Ópera Manoel de la Velleta, uno de los tres teatros más antiguos del mundo, y musicales como el reputado Festival de Jazz, junto con sus museos arqueológicos de Bellas Artes, Arte Contemporáneo, del automóvil, de la II Guerra mundial, etcétera. Conforman y ofrecen un variado panorama cultural.

Malta es un destino perfecto con su indudable riqueza paisajística, histórica y cultural y por tres cualidades importantes: la tranquilidad y seguridad de un país con índice bajísimo de delincuencia; la amabilidad de sus gentes y por sus precios asequibles.

DUBROVNIK

En la costa dálmata bañada por el Mediterráneo se encuentra Dubrovnik, “la joya del Adriático”. Sus casi dos kilómetros de muralla abrigan una de las más bonitas urbes del mundo. Su impecable arquitectura medieval han hecho de Dubrovnik una ciudad que durante siglos ha encantado y seducido a intelectuales, artistas y gobernantes. Pasear y recorrer sus numerosos rincones nos llevará a la Edad Media. Bizantinos, venecianos, húngaros y turcos han dominado esta ciudad, dejando su huella en sus tesoros arquitectónicos.

En la visita a Dubrovnik no te puedes perder Stradun, la calle peatonal del siglo XI que cruza el corazón de la ciudad antigua, donde encontrarás un ambiente cosmopolita a cualquier hora y la impresionante catedral barroca de La Asunción, del siglo XVIII, dedicada a San Blas. También es de obligado paso la Sinagoga de Dubrovnik que data de 1.408, considerada la más antigua del mundo, todavía en uso, y la segunda mas antigua de Europa después de la de Praga. También se debe visitar la fortaleza de Lovrijenac, construida sobre una roca saliente en el mar, y el puerto, como punto fundamental para la vida de la ciudad que ha vivido y se ha desarrollado desde tiempo inmemorial de la pesca y el comercio. Se accede desde distintos puntos y se trata de un lugar ideal para disfrutar de maravillosos atardeceres. Asimismo, desde el Monte Srd podremos disfrutar a vista de pájaro de una de las mejores panorámicas de la ciudad, con sus rojos tejados de terracota. Por último, la visita estrella, sin duda, es realizar el recorrido de los 1.940 metros por la muralla que rodea Dubrovnik, con sus espectaculares paisajes e increíbles vistas que quedarán impregnadas en nuestra retina para siempre.

MARRAKECH

¿Alguna vez has deseado modificar el tiempo y vivir una experiencia en pasado? Viajando a Marrakech, la “Ciudad Roja”, en dos horas serás transportado a la época medieval. En la Plaza JammaFna te encontrarás rodeado de aguadores, cuentacuentos, encantadores de serpientes, magos, saltimbanquis, dentistas, del sonido de los tambores de músicos bereberes (mazighen) y pronto te verás sumergido en una atmósfera de increíbles sensaciones.

La mejor manera para conocer verdaderamente Marrakech, con todos sus secretos y sus rincones, es pasear sin prisa por la medina y sus zocos, disfrutando de toda la riqueza cultural y artística de esta ciudad “majzén”, es decir, imperial, que ha ido enriqueciéndose con las sucesivas dinastías.

La Plaza JammaFna, declarada por la UNESCO Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad y convertida en el centro neurálgico de la medina, es uno de los principales lugares que no hay que perderse. Sentarse en una de sus terrazas al atardecer nos permitirá captar toda la esencia de la forma de vida y su cultura. Otro de los puntos importantes que se deben visitar es el Zoco. Situado al norte de la Plaza Jamaa es un entramado laberíntico de callejuelas, plazoletas y rincones recónditos abarrotado de tiendas, tenderetes y artesanos agrupados por gremios, donde se ofrece todo tipo de productos y donde cualquier cosa que se te ocurra la puedes encontrar. Es la cuna del arte del regateo. El Palacio Bahia, que significa “El bello”, es otro de los espacios de visita obligada. Fue realizado por el gran visir para el sultán, que lo dedicó para una de las preferidas de su harén. Tampoco hay que dejar de ver las Tumbas Saadies, descubiertas en 1917. Se trata de uno de los pocos vestigios que quedan de los Saadies. En el itinerario de viaje por Marrakech hay que incluir la Mezquita Koutoubia, un icono de la ciudad. Con sus casi 70 metros de altura, es en la actualidad el edificio más alto de la ciudad y puede observarse casi desde cualquier parte. Tampoco hay que olvidar visitar los Jardines de la Menara, uno de los más conocidos y bellos de todo Marrakech, donde encontramos un hermoso pabellón cubierto de tejas verdes, también llamado Minzah, y es una de las estampas más bonitas típicas de la ciudad con el bello telón del fondo de las montañas del atlas totalmente cubiertas de nieve. Por último, resulta interesante hacer un recorrido por las Murallas que rodean la medina y cierran con nueve puertas el casco antiguo, guardando todos sus secretos. Fueron construidas en adobe y mantenidas a lo largo de los siglos. Tienen la capacidad de cambiar de tonos de color según el tiempo y la luz del día, convirtiéndose así en uno de los elementos distintivos de Marrakech.