¿Iría usted al cine a ver una nueva película de Rambo en la que Sylvester Stallone estuviese retocado digitalmente para aparentar 25 años? ¿Y otra película en la que el protagonista fuese un Marlon Brando creado por ordenador? Hollywood cree que sí. De hecho, en los últimos años se han multiplicado las producciones en las que se ha tirado de este recurso tecnológico para completar el reparto. Ocurrió en Tron Legacy, donde Jeff Bridges rejuvenecía varias décadas, o en Furius 7, en la que aparecía Paul Walker después de fallecer en accidente de tráfico. Hay muchos ejemplos, pero el último y más espectacular caso se ha dado en la última entrega de Star Wars, Rogue One, donde se ha rescatado el personaje Moff Tarkin, que en 1977 interpretó Peter Coushing. El actor británico falleció en 1994, pero eso no ha sido impedimento para que los productores gastaran una fortuna en rodar varias escenas recreando digitalmente la imagen de Coushing.

Aunque desde Lucasfilm, la productora de Star Wars, se ha asegurado que para realizar esto se ha contado con el consentimiento de los herederos del actor británico, no han faltado quienes han denunciado que no es ético hacer caja a costa de los muertos. Ante tal crispación, John Knoll de Light & Magic, empresa encargada de los efectos visuales, salió a defender su trabajo: “No hemos hecho nada que Cousing hubiera objetado. Sabemos que estaba orgulloso de participar en Star Wars y lamentó no poder estar en más entregas de la saga porque George Lucas había matado su personaje”.

Aunque esta brujería digital parezca algo futurista, lo cierto es que en Estados Unidos está regulado desde 1984 esta práctica gracias a la ley Lugosi, que permite a los estudios valerse de sus acuerdos firmados con los actores en los que se cede su imagen para determinados personajes por un máximo de 70 años después de su muerte. De no contar con ese consentimiento, el permiso deberían concederlo los herederos del artista.

La del cine no es la única industria que apuesta por revivir muertos. La empresa Hologram USA, previo pago de un montante que oscila entre los 50.000 y los 150.000 dólares, es capaz de revivir a un ser conocido en forma de holograma. Ya lo hizo con el rapero Tupac para que participase en una actuación de 2012 pese a estar muerto desde 1996. El invento dio tanto juego que ahora la empresa ha llegado a un acuerdo con la hermana de la difunta Whitney Houston para hacer una gira mundial con un espectáculo en el que el centro de atención es un holograma de la protagonista de El guardaespaldas.

El filón de los conciertos de cantantes difuntos no acaba ahí. En el legendario escenario del Apollo de Harlem ya están programadas actuaciones de Patsy Cline, una celebridad del country que murió en 1963, e incluso recitales de Billie Holiday.

Hasta tal punto se ve rentable este tipo de negocio que hay quien quiere meter mano al rey del pop. Se estima que la deuda de Michael Jackson en impuestos es de 500 millones de dólares y la hacienda americana intenta hacerse con los derechos del cantante fallecido para poder explotar su imagen y recuperar el dinero que se le adeuda.

cuestión de presupuesto Kepa Casado es un bilbaino con amplia experiencia en cuanto a efectos visuales en cine y publicidad. Desde Singapur supervisa el trabajo de cientos de artistas de todo el planeta para grandes producciones, como Grand Piano, de Eugenio Mira, o Agora, de Alejandro Amenabar. “Sustituir la cara o partes del cuerpo en 3D está en mayor o menor grado presente en muchos proyectos, tanto en cine como en publicidad. No es algo al alcance solo de los grandes monstruos de las industria de los efectos especiales, también otras pequeñas empresas pueden llegar a realizar estos efectos visuales”, explica a DEIA desde Asia, “lo que sucede es que las grandes productoras pueden manejar grandes proyectos con sus respectivos grandes presupuestos y, por supuesto, un gran número de artistas para realizarlos”.

Para Casado no es nada sorprendente que la industria recurra cada vez más a digitalizar actores. “Esta claro que el poder hacer películas con actores digitales es un futuro muy presente. El desarrollo técnico cada vez esta más enfocado para los artistas, llevando lo técnico a un lado menos arduo”, detalla. Él ve en esta vertiente un potencial por explotar en la industria, una oportunidad para abrir la puerta a nuevas experiencias para el espectador: “Será maravilloso poder ver a grandes actores fallecidos apareciendo en películas nuevas sin poder notar si son digitales o no. Ya es posible clonar de forma digital el cuerpo de un actor y hacer que actúe de forma realista. Lo que creo que jamás se podrá clonar de forma digital serán sus grandes actuaciones, porque requieren de una improvisación y un carácter único que solo ellos tenían. Lo demás, solo son copias digitales”.

una herencia para explotar Entre los artistas norteamericanos está empezando a calar la necesidad de dejar atados sus derechos de imagen en el testamento, como si de un activo más se tratase. El primero en tomar cartas en el asunto ha sido Robin Williams. El protagonista de El club de los poetas muertos, fallecido en 2014, dejó plasmada en su testamento su voluntad de que su imagen no fuese utilizada con fines comerciales hasta 2039. “Con lo que he leído sobre él, creo que ni siquiera lo ha hecho pensando en él mismo, sino pensando: ‘¡Qué narices! Si queréis hacer una película, contratad un actor y no utilicéis mi imagen”, relata Miriam Martín, actriz bilbaina que forma parte de la junta directiva del Sindicato Vasco de Actores.

Si las productoras echan mano de la tecnología para representar un papel, ¿qué tienen que decir los actores al respecto? Miriam reconoce que ser apartados así “es un miedo que he tenido toda la vida”. “Desde que soy actriz siempre he pensado que eso tarde o temprano va a ocurrir”, relata, “me ronda en la cabeza la idea de que ya se han hecho varias películas con actores virtuales, sin el actor, aunque tenga sus rasgos. Eso asusta”.

Aunque la actriz bilbaina cree que los actores tienen más necesidad y urgencia por solucionar otros problemas de su profesión antes que el de la invasión de los clones digitales, sí que muestra su enfado ante la insistencia de algunos directores en acudir a la tecnología para caracterizar a artistas de modo que puedan rejuvenecer o envejecer décadas: “Cuando quieres un personaje de 20 años, debes tener una actriz de 20 años. No coger una mujer de 60 años y retocarla con maquillaje o con toda la tecnología que quieras echar. No me parece justo, porque la vida que ha vivido alguien de 60 años no la ha vivido una persona de 20 años. Y al revés: la vitalidad que tiene alguien de 20 años no la tiene una persona de 60 años. La vida, la chispa, el fuego, la energía y todo lo que tiene en la cara alguien a los 20, no los tiene a los 60”.

La tecnología seguirá superándose a sí misma y perfeccionándose cada vez más. ¿Cuál será entonces su techo? ¿En qué no podrá sustituir a los actores y actrices de carne y hueso? Miriam Martín lo tiene muy claro: “Un actor aporta la verdad. Toda la verdad que el actor tiene aquí y ahora nunca la tendrá la versión digital. Estamos hablando de animar lo inanimado y eso es inviable”. La actriz vizcaina se atreve a pronosticar un futuro para esta corriente similar al de el chroma key, la técnica para cambiar los fondos en el cine y la televisión: “Si esto sigue adelante, pasará lo mismo que con los chroma. Valen para las películas de acción, pero cuando haces un peliculón no utilizas chromas porque, sencillamente, falta el alma en el paisaje. Puede ser que en algún momento la tecnología se desarrolle más, pero me cuesta pensar que unos ojos digitalmente puedan llegar a tener lo mismo que unos ojos aquí y ahora. Me cuesta pensar que vamos a conseguir meterle alma a lo no humano”.