Incluso cuando toca volver a encontrarse con un artista o un grupo ya vistos, cada actuación siempre es única. Imposible repetir sensaciones, sentimientos, conversaciones, momentos, aunque puedan darse coincidencias en la compañía, el listado de canciones, las tablas... Le sucede lo mismo a Soundcheckin’ Vol. 2. Como su predecesor, el esquema del libro se repite en lo básico. El lugar sigue siendo Helldorado. El objetivo, al igual que con la primera publicación de hace tres años, pasa por retratar a los músicos en ese limbo que se genera entre bajarse del escenario tras hacer la prueba de sonido en la calle Venta de la Estrella y la llegada de la hora del concierto. Quien está detrás de la cámara fotográfica, es, cómo no, Jon Rodríguez Bilbao. Y sin embargo, el resultado es, a la fuerza, diferente y no sólo porque quienes se ponen delante del objetivo y se convierten ahora en protagonistas son otros intérpretes.

En tiempos en los que parece que las nuevas tecnologías están dando la vuelta por completo a la forma de acercarse tanto a la música como a la fotografía, la asociación cultural y el responsable de Usual Fotográfica siguen apostando por la publicación de un objeto artístico en sí mismo como es este libro, a cuyo aspecto final también ha ayudado la aportación de la Diputación alavesa. Se completa así un proyecto, se remata una ilusión, se finaliza una apuesta detrás de la cual hay muchas horas de trabajo, de juego con los músicos (abiertos en la mayoría de las ocasiones, aunque a veces...), de selección de imágenes, de maquetación, de... Esfuerzos que, como pasa muchas veces con la música, la mayor parte de la gente no ve y, por lo tanto, piensa que no son necesarios. Grave error.

El infierno gasteiztarra está cumpliendo 15 años. Pero Soundcheckin’ Vol. 2 no es un regalo para la asociación cultural, sino un presente para aquellos que tanto en la música como en la fotografía buscan algo más. Igual que le pasa a Jon Rodríguez Bilbao, fotógrafo de sobrada experiencia y un amante del rock, que como ha contado alguna vez en estas páginas, un día tuvo que optar entre la guitarra y la cámara. Ganó la segunda. Pero la primera siempre está presente.