El paso del tiempo, sus heridas, el deseo de huir de la mayoría? De eso va La manada (Warner), último CD de Ariel Rot, cada vez mejor compositor y cantante tras su ya lejano paso por Tequila y Los Rodríguez. Cuarenta años de rock, y de blues, soul y country, avalan a un artista que considera que “es difícil estar en este mundo desde los años 70 y 80, y que todo funcione a la perfección”. El argentino se define en esta entrevista como “un músico de rock romántico y de salas pequeñas, más que de estadios; y, por tanto, más libre”.
Tras tanta batalla, ¿cómo se presentaría?
-Como un veterano con el elixir de la juventud (risas). Al menos me gustaría que fuese así. En el CD anterior me reía de la muerte y la trataba de tú a tú.
¿’'La manada’' esconde un deseo de huir de lo mayoritario?
-Es que, hoy en día, es la opción más sensata. Las mayorías se convierten en algo peligroso, incluso pueden destruir el planeta, dependiendo de quién salga elegido presidente en Estados Unidos, por ejemplo.
El disco se abre con ‘Una semana encerrado’'. ¿Es necesario a veces, hasta que pase el tornado?
-No es una necesidad cotidiana pero sí puntual, para refugiarte en tus cosas bellas, tus libros, la música, tu gente y tus propias reflexiones.
Cuánto más adulto ¿siente menos miedo a reflexionar sobre usted en sus canciones?
-Este disco sí tiene una línea narrativa más coherente, del encierro del inicio al viaje del final. En el fondo, cuento ese viaje, más o menos mi vida, más algún episodio, personajes conocidos? es un disco bastante literario en su estructura.
En '‘Se me hizo tarde muy pronto’' habla de la dureza de la vida y del negocio de la música.
-El viejo rockero tiene achaques, claro. Hemos vivido los años de más excesos del rock’n’roll, que ahora se ha profesionalizado tanto que los jóvenes se lo toman con gran disciplina. Tienen la cabeza demasiado bien amueblada y no disfrutan del encanto del caos y la locura; o de improvisar sobre la marcha. No hay ya capacidad de sorpresa. Hay que reconocer que algunos les ha pasado factura: física o nerviosa. Es difícil haber estado ahí en los 70 y 80 y que todo funcione a la perfección.
Parece su caso.?
-Sí (risas). Y mi trabajo me cuesta.
Sigue dinamitando géneros: rock, blues, swing, jazz...
-No suelo ponerme reglas, pero para este disco sí lo hice: una, componer con guitarra, casi siempre eléctrica, aunque en una canción lo hice con el piano; y la segunda, no incluir temas latinos para que no rompiera la línea narrativa. Quería abrir el abanico, pero no tanto. Y componerlo fue muy terapéutico porque lo hice a mucho volumen, gritando y cantando lo que me venía a la mente. Así desatasqué el bloqueo compositivo que sentí tras La huesuda.
Si hablamos de actitud, más que de géneros, es un disco de rock.
-Absolutamente. Es mi lenguaje, mi manera de tocar y de ensuciar la música. Mira, hoy llevo unos calcetines muy bonitos? pero tienen un agujero pequeño. Eso es rock.
El single ‘Solamente adiós’, sigue la estela de canciones suaves como ‘Vicios caros’. Al final, sobreviven más y mejor que el rock stoniano con el que se le liga. ¿No cree?
-Parece que sí, son los temas que más calan y emocionan. Hace años grabé con Pete Thomas (batería colaborador de Elvis Costello) y al oír aquel disco me dijo que habían quedado mejor las lentas que las rápidas. Eso me hizo reflexionar.
De guitarrista pasó a ser cantante también, y hace años que compone y escribe cada vez mejor. No sería fácil, ¿verdad?
-Tuve que poner mucha energía en crecer como compositor autosuficiente, y más todavía como cantante. No vine diseñado de fábrica como vocalista, me lo tuve y tengo que currar porque la voz es un instrumento muy delicado y puñetero que se altera con todo, de la falta de sueño al aire acondicionado, las emociones o las entrevistas. Es como si a una guitarra le cambiaras de la nevera al horno o al agua. Ahí entendí el por qué los cantantes suelen ser tan tocapelotas (risas). La voz es muy sensible. Con esto quiero decir que si alguien necesita a un buen guitarrista y paga bien, aquí estoy (risas).
Canta ‘Ser frágil está mal visto en un mundo despiadado’.
-En general, si estás frágil o fóbico tiendes a encerrarte o a hacer un esfuerzo sobrehumano que te lleva luego a la ansiedad o el desequilibrio emocional. El mundo exige dar la talla siempre, lo que es imposible.
Habla de andar, en lugar de correr. ¿Resulta más cómodo?
-Si hubiera seguido corriendo, me habría lesionado. Cuando podía correr también era muy feliz. Lo importante es reconocer el momento de la vida en que te encuentras para no caer en trampas.
También de ‘Ahogarse en la orilla’ y después, ‘Renacer’.
-Suelo tener esa tendencia, sí. A veces, necesito ayuda para ubicar cada cosa en su lugar. Soy un músico romántico y libre, de salas pequeñas. Con una guitarra, el sueño de empezar de nuevo y alguna chica guapa escuchando? aquí seguiré. Aunque haya que convivir con nuestros monstruos y fantasmas.
Cantaba ‘no hay dinero para la orquesta’. ¿Cómo es esta gira?
-He ahorrado mucho para montarla porque tenía la deuda de presentar el disco con un cuarteto. Y aquí estoy, corriendo el riesgo.