No está molesto por ello, pero reconoce que de un tiempo a esta parte “el pincel no me va como tendría que ir”. Así que la pintura descansa. No hay problema. El resto de caminos creativos que recorre de manera habitual siguen abiertos. “Nunca se puede tratar de hacer por hacer. En el arte hay tensión tanto física como mental y cuanta más profunda quieras que sea tu expresión, más trabajo tienes y más duro es. Por eso necesitas un motivo y requieres libertad”.

Miguel Llanes se toma un pequeño respiro. El caserío de Sarria en el que vive desde hace unos treinta años se encuentra en silencio. A su alrededor un sin fin de obras de arte toman casi cada rincón del interior y del exterior de la casa familiar. “Todo tiene una disposición”, dice con una sonrisa el creador. “Si entras en mi frutería -su ocupación profesional- verás que no es lo mismo colocar una coliflor a la izquierda o a la derecha, arriba o abajo. Cambia mucho la perspectiva. Aquí igual”.

De manera autodidacta, ha ido aprendiendo y dando pasos, una labor artística oculta para la gran mayoría aunque no por una decisión propia. “No soy nadie después de llevar haciendo esto más de 20 años. Y por esta zona hay otros creadores que no tienen ninguna repercusión. El nuestro es un campo que no se explora, al que no se le hace caso”, explica. Eso sí, reconoce que aunque su caserío cada vez está más lleno, no piensa parar y reconoce que “son muchos los que a lo largo de este tiempo me han preguntado por qué no expongo fuera o vendo. La verdad es que si mañana tuviera que vender una pieza, lo haría pero no creas que iba a soltarla así como así. Tengo que ver que la persona que compra es adecuada; debemos tener un rato de conversación y luego ya veremos”.

Labor constante En una sociedad, también en lo artístico, empeñada muchas veces en etiquetar cada acción o propuesta, Llanes dice que “tampoco tengo muy claro en qué mundo me estoy moviendo”, aunque recuerda a quien ha calificado su producción como arte primitivo. “Bueno, pues estaré en ese terreno, pero involuntariamente”, sonríe, al tiempo que defiende que, por ejemplo cuando ha llevado algunas de sus piezas a su tienda, “lo que siempre me ha interesado es ver las expresiones de las personas que han acudido porque me dice mucho de su reacción ante lo que hago. La simple expresión de sorpresa, ya es un valor y una motivación para seguir”.

El autor recuerda que fue la fotografía la que abrió la puerta para llegar a la pintura y, después, a la escultura. “Ha sido, desde el principio, un proceso de investigación. Empecé pintando contra una pared un mural que tengo todavía aquí. Y después fui descubriendo poco a poco”. A partir de ahí, la base de lo realizado en este tiempo es la misma: “sale o no sale. Es así. Si no vas como debes, es el cuadro el que te expulsa. O la escultura. Sin embargo, si estás haciendo lo que debes, te deja trabajar sin problemas”.

La naturaleza y la preocupación por el medio ambiente conforman gran parte de la motivación para llevar a cabo sus propuestas artísticas. “Por mucho que se diga, el verde está olvidado. No se está haciendo lo que se debería y eso que, si se quisiese, se podrían llevar a cabo acciones muy interesantes”. Pero sea para tratar unas cuestiones u otras, Llanes apunta que lo primero que necesita para afrontar sus propuestas es “paz interior”. “Cuando me pongo a crear tengo que estar aislado del resto del mundo y que no me incomode nada”, comenta, al tiempo que remarca que “soy un amante de la libertad en todos los sentidos”, también, y por supuesto, en lo que se refiere a su producción artística.

Tiene claro que ni quiere ni puede parar aunque su caserío “va camino de convertirse en un museo”. Aún así, “tengo la necesidad de seguir expresando y diciendo cosas, quiero seguir expresando y plasmando mis ideas sobre las cuestiones que me interesan”, algo para lo que el reciclaje de materiales es fundamental. “Se desaprovechan muchas cosas que a mí me sirven; me alimento, por así decirlo, de ese deshecho. Guardo mucho y reciclo todavía más. Todo me vale. Tengo un montón de cajas llenas de diferentes elementos que pueda tener a mano cuando se me ocurra que voy a hacer esto o lo otro”.

Desde esos mimbres nace una amplia colección de obras en las que no hay lugar para la vuelta atrás. “Nunca he tirado nada a la basura. Tengo un índice de victorias muy alto”, ríe el autor. “Hombre, ahora miras lo primero que hice y puedes ver cómo, con el paso del tiempo, mi forma de hacer ha tomado fuerza y ritmo, como si fuera una rueda que se pone en movimiento”. En esa senda de que “un trabajo me lleva a otro”, algunas personas -amigos y cercanos, sobre todo- han querido conocer de primera mano sus piezas a lo largo de estos años, aunque Llanes, que subraya que “nunca he tomado la decisión de estar oculto”, también aclara que “tampoco puedo estar aquí recibiendo a todo el mundo; las horas libres se las lleva la creación”.

Ahora, el artista está enfrascado en elaborar una serie de pares de zapatos y también generar otra escultura referida a un animal. De vez en cuando, además, “hago cosas pequeñitas con la pintura, tanteos para ver si la cosa se va solucionando. Pero de momento el pincel no quiere, así que me estoy dedicando más a la escultura. No hay que forzar nada”.

Así, Llanes vuelve a la tranquilidad de su caserío. La creación le reclama. Y necesita silencio. “Es fantástico sentirlo, es una sensación de libertad total”. Por eso es el momento de apartarse, de dejar que este proyecto vital y artístico siga su propio camino.