El regreso ha tenido que retrasarse un día. Cosas de los aviones, ya se sabe. Aún así, la experiencia ha merecido mucho la pena. “Todavía estamos impresionados. Toda la información que hemos recibido la tenemos que ir asimilando. Además, hemos visto mucha belleza”, apunta Sergio Viana, uno de los tres profesores del Conservatorio de Danza José Uruñuela que ha conformado la comitiva de once personas que desde Gasteiz partió el pasado 25 de noviembre para llegar hasta San Petersburgo y tomar parte en el Festival Internacional Arte Sin Fronteras.
Junto a él han estado María Villar y Arantza Susunaga, responsable además de las coreografías que presentaron los ocho estudiantes del centro gasteiztarra (siete bailarinas y un bailarín) en un certamen enfocado a conocer y mostrar las diferentes expresiones culturales que se producen en Europa en torno a la danza, la música y el canto. Una cita, además, que tiene un carácter solidario puesto que el dinero que se recauda con las entradas se destina a financiar un colegio que trabaja con menores pertenecientes a familias desestructuradas o con necesidades especiales, un centro, por cierto, que los representantes del José Uruñuela también pudieron conocer en primera persona. “Ha sido una de las experiencias más bonitas de todas estas jornadas”, describe Villar.
La actuación del conservatorio vitoriano se produjo justo el pasado sábado, una cita en la que el público ruso se encontró, entre otras propuestas, con la coreografía específica que Susunaga preparó tomando como punto de partida Hegoak de Mikel Laboa. “Nos parecía importante enseñar lo que pudiéramos de la cultura vasca”, apunta, al tiempo que señala que “para mí ha sido muy importante poder llevar dos coreografías que he realizado a San Petersburgo, que es la cuna de la danza. Que alguien vea mi trabajo allí es algo que no puedo describir”.
De todas formas, la experiencia ha ido más allá del propio festival. La comitiva ha tenido la oportunidad de visitar distintos espacios culturales de la ciudad como el museo Hermitage pero también adentrarse en sitios únicos. Es el caso de la academia de ballet Vaganova. “Es un lugar al que es imposible entrar salvo que seas alumno, de donde han salido algunas de las personalidades más míticas de la danza rusa. Y, por medio de una amiga de Sergio, pudimos entrar, nos enseñaron todos los entresijos, pudimos ver un ensayo de El Cascanueces... tanto para los alumnos como para nosotros ha sido un aprendizaje”, dice Villar. O el teatro Mikhailovsky, donde trabajó durante unos años Nacho Duato, y por el que los componentes del conservatorio pudieron perderse.
Lo que los tres subrayan por encima de todo es, además, el ambiente cultural que transmite la ciudad y el tratamiento que se le da al mundo de la danza en particular. De hecho, Susunaga destaca “el valor que nos han dado a nosotros como conservatorio y a los estudiantes como bailarines ha sido algo que nos ha sorprendido”.