El museo Artium acogió este pasado fin de seman la sexta edición del Festival inTACTO, cita imprescindible para las mentes inquietas y deseosas de acercarse a los nuevos lenguajes escénicos.
El colectivo vasco Tripak ofreció Aitaren larrua, una pieza de tintes mitológicos y de leyenda. La imposición del principio de autoridad a través de una disciplina asfixiante es lo único que le queda al padre. Uno de los hijos se rebela, el otro permanece más sumiso. Mitad animales mitad humanas, con una estética onírica y una poética de rebelión, Mayi Martiarena, Maite Mugerza y Marina Ortiz de Zarate - artistas que han residido y desarrollado en gran medida este trabajo escénico en Araba-, fueron las encargadas de abrir las puertas de la edición de este año. El público se acercó a Artium con hambre de innovación artística, algo que habita en las vísceras de estas tres jóvenes. Tras dos años de trabajo en la pieza, los que hemos tenido oportunidad de hacer seguimiento de la misma, en sus diferentes muestras en progreso, pudimos disfrutar en esta edición de Intacto de su totalidad.
La andaluza Bárbara Sánchez, con Somewhat paler, apostó, al principio, por la provocación al público y a los propios organizadores del festival. Ese tono irónico inicial se fue transformando en una performance homenaje al dolor, el sufrimiento y el sentimiento de culpa. Surrealistas referencias religiosas y pena desgarradora, para terminar con una canción muy apropiada del grupo Triana, paradigma de la melancólica fusión entre flamenco y rock progresivo. Una vez transcurridos los 65 minutos de actuación, el público fue consciente de toda esa tensión acumulada entre orejas y hombros. Suspirar fue una de las reacciones más comunes. Intensa, cruda, realista y desnuda, la sevillana no sólo dejó su piel al descubierto sino también su interior más sangrante.
Para finalizar la jornada inaugural, una tercera propuesta muy distinta de las anteriores. Desde Reino Unido, la compañía Mingbeast nos trajo una reflexión existencial disfrazada de comedia musical. Awful Things Can Happen At Any Time-Un musical de buen rollo busca las claves para huir del nihilismo e intentar encontrar esa utopía llamada felicidad. Sumergirse en nuevos y estimulantes proyectos puede ayudarnos a conseguirlo. ¿Quién no ha deseado nunca formar parte de una banda musical? Subir al escenario y que te aclamen, te adoren, vociferen tu nombre. Romper instrumentos en vivo y en directo, escupir cerveza o vestir lo más extravagante posible. Pase, pose. ¡Actitud! Yeah! Mingbeast volvieron a brillar en un festival que visitan por segunda vez.
La jornada del sábado comenzaba a ciegas. Bien porque el público llevaba una venda en los ojos, como en el caso de la cine-perfomance Blind Cinema de la artista belga Britt Hatzius, o bien porque en una de las salas del museo, Los Bárbaros habían apagado las luces hasta el punto de dejar a la audiencia sin atisbo de orientación ocular. El trabajo de este colectivo de artistas madrileños proponía un ejercicio de memoria. Una voz repasaba su infancia, su primer beso, el sabor del alcohol por primera vez? Lo recordaba aquella voz y también todos los allí presentes, que compartieron aquella oscuridad durante 40 minutos. Lo hicieron sentados o tumbados en una alfombra que cubría el suelo del museo, aportando comodidad a ese viaje a nuestro pasado. En el caso de Blind Cinema fueron las descripciones susurrantes de niños y niñas de entre 9 y 11 años, de una película que sólo ellos podían ver. Allí mismo, tras la butaca del espectador, con una especie de turuta como interlocutor entre sus bocas y nuestros oídos, ejercieron de ojos del público. Dos propuestas simultáneas tanto el sábado como el domingo, para las que hubo que hacer reserva previa, y que tuvieron gran éxito por anticipado, con aforo completo desde el mismo viernes. Ambos trabajos gustaron. Recrear imágenes a través de otro sentido que no fuera la vista, reavivó, motivó y estimuló al público. El dúo catalán formado por Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol, jugó con la improvisación y con el recurso de la repetición. El texto que da forma a #Los Micrófonos realiza continuas referencias a iconos de la cultura popular que todo el mundo maneja. Un punto de partida con muchas posibilidades que provocó reacciones dispares. Una nota musical entonada a capella, con sabor a banda sonora de la película Titanic, abría esta pieza. Le seguía una coreografía de nombres, títulos de canciones y tarareos reconocibles, envuelta en comicidad. Resumen sonoro de toda una generación. Amy Winehouse, Kurt Cobain, Prince y su Purple Rain... Quién no la ha cantado alguna vez, aunque sea su estribillo?Purple rain, Purple rain.
La propuesta más original, personal y enriquecedora, corrió a cargo de la canadiense Deborah Pearson. Durante hora y media, asistimos a la proyección de una película húngara del año 1956, mientras la artista iba comentando aspectos relacionados con el film. Tras la confusión inicial, el conjunto fue tomando forma paulatinamente gracias a los datos aportados por Deborah. El título del trabajo, History History History, hace referencia a la historia de su familia, a la historia de la gestación de la citada película, y a la historia política y social de la época en la que fue rodada. Las tres conectadas de una manera rocambolesca, con el abuelo de la autora como eje central.
Llegó el domingo. Idiot-Syncracy, la creación del binomio vasco-italiano Igor & Moreno resultó muy estimulante. Empleando su extenuante danza como herramienta, mezclaron, con desenfadada naturalidad, tradición folclórica, -vasca y sarda-, y modernidad. Genial lenguaje escénico y buen dominio corporal. Saltaron y saltaron perseverantes y gráciles. Crearon un ritmo envolvente, una percusión coreografiada que atrapó al público hasta el punto de provocar el llanto. Y no fueron una (lágrima) ni dos (personas) las que sucumbieron a la impresión. Esta pareja de bailarines cautivaron y emocionaron.
Los Corderos, desde Cataluña, se transformaron, durante una hora, en La Banda del fin del mundo. Excéntricos y desprejuiciados, combinaron varios tipos de expresión artística. Danza, sátira y música sideral para denunciar la realidad sociopolítica que sufrimos en la actualidad. Ellos llegaron para ofrecernos una desconexión del mundo en el que vivimos. Nos explicaron qué es la improbabilidad, nos dijeron que nos tomásemos nuestro tiempo, que no era fácil asimilar tanto concepto conceptual, y cuando nos tenían bizcos de tanto querer entender aquel caos escénico, dieron por perdida la especie humana. Programadores de la re-evolución, los catalanes cerraron la última noche del festival con luces galácticas. Simplemente se subieron en su nave espacial y se fueron. Y con ellos despegó también esta edición de Intacto, evento siempre refrescante y revitalizante. Desde la base de operaciones comenzamos ya la cuenta atrás para el aterrizaje del año que viene.