Vitoria - Crear un grupo de trabajo compuesto por artistas locales pertenecientes a distintas disciplinas para, durante cuatro fines de semana repartidos en las distintas estaciones del año, acudir a una borda contigua al Santuario de Urkiola y desarrollar una serie de intervenciones, debates, proyecciones y encuentros con creadores invitados. Sin entrar en detalles así se puede definir Lurburu, proyecto cultural que desde hace unos meses está llevando a cabo el pintor gasteiztarra Lander Pérez Picazo.

Junto a él, nueve personas procedentes del audiovisual, las artes escénicas, la ilustración, la fotografía o la escultura se han involucrado en una apuesta colectiva que vivió su primera concentración los pasados 9, 10 y 11 de septiembre, es decir, en verano. Ahora, con el otoño ya avanzado, toca volver a reunirse con Urkiola como punto de encuentro, algo que sucederá el 17, el 18 y el 19 de este mes. Ya en febrero tendrá lugar la cita correspondiente al invierno, mientras que la primavera acogerá la culminación de la propuesta con abril como referencia.

“La idea inicial era ir allí e intervenir con lo que se tenía a mano atendiendo a los ciclos temporales y a las estaciones. Pero como somos un grupo y estamos hablando de manera constante, hemos ido adaptando la cuestión. Con todo, las intervenciones que hacemos sí tienen ese objetivo de ver cómo se transforman a lo largo del tiempo y ver cómo la tierra afecta a lo que el ser humano hace en ella”, explica Pérez Picazo. Por ejemplo, en el encuentro de septiembre, los participantes se fueron a Ikea, compraron diferentes elementos para hacer un salón y los instalaron en pleno bosque, creando una estancia urbana en un entorno natural en la que también realizaron distintas acciones.

Jon Infante, Iñigo Pérez, Rubén Beca, Laura González de Durana, Marina Suárez, Zuriñe Cancho, Amaia Gutiérrez y Kauldi Iriondo son los autores que han querido implicarse con Pérez Picazo en esta propuesta. “No costó mucho encontrar a los participantes. De hecho, a la mayoría les tenía en mente y aceptaron de inmediato. Somos cinco chicos y cinco chicas, que es un equilibrio que me parecía interesante”, apunta el impulsor del proyecto, aunque a veces las cosas de la vida se interponen en los planes iniciales y una de las personas participantes va a tener que abandonar la iniciativa puesto que se marcha a trabajar fuera. “Tenemos a gente interesada en acudir, así que buscaremos una solución”. Al fin y al cabo, el paso de las estaciones también se nota en la aparición de las circunstancias imprevistas.

Favorecer el sentimiento de grupo y comunidad. Fortalecer el respeto y el contacto con la naturaleza. Y utilizar el arte para canalizar ambas cuestiones. “Nos unen esos objetivos y desde ahí la crítica a la globalización, al capitalismo, a nosotros mismos como individuos en nuestra relación con la tierra”, apunta Pérez, quien describe que la relación entre los artistas que han aceptado su invitación se ha generado tal relación que “nos estamos juntando casi todas las semanas; la verdad es que cuando todo termine me encantaría que siguiésemos manteniendo una relación fluida”.

Un lugar singular De todas formas, si en Lurburu el factor humano y la idea de comunidad son fundamentales, casi lo es más el espacio donde se están desarrollando estos cuatro encuentros estacionales. “Tenemos una conexión dormida, oculta, con la tierra”, una carencia que el proyecto quiere superar.

“A la borda fui la primera vez con unos monitores que habíamos estado trabajando en unos campamentos para niños y cuando conocí el sitio, me vino a la cabeza de inmediato que podía ser un buen lugar para hacer algo como esto. Es un lugar especial, místico” desde el que “lanzar una mirada crítica a toda esa frustración que nos crea este modo de vida que llevamos”.

Eso sí, en este afán, los diez artistas no están solos. A cada encuentro acuden también invitados. En septiembre fue el turno para las responsables de Garaion. Este mes, el turno va a ser para Zirika. “La verdad es que vienen encantados” a un lugar donde “tanto Félix, que es el encargo del espacio, como los abades del monasterio nos han abierto los brazos”. De ese ambiente de convivencia también podrá disfrutar el público en general en abril puesto que la intención del proyecto es poder proponer entonces un recorrido por las distintas intervenciones realizadas.

Además, Lurburu, que cuenta con una ayuda del programa Haziak, tiene previsto realizar después una exposición en Vitoria, así como una intervención especial en un espacio urbano pero con tierra. - DNA