Oscuro y melancólico, pero con un poso de luz y esperanza en el fondo. Así es el regreso de Leonard Cohen (Montreal. 1934), You want it darker (Sony), la nueva y ¿última? colección de poemas-canciones del canadiense de la voz monocorde y grave, otra gozosa y honda indagación en los misterios del amor, el sexo y la espiritualidad a ritmo de un folk y soul de aliento mediterráneo y pop, casi siempre asceta y minimalista.
Todo el mundo se acordó de él tras la inesperada y reciente concesión del Nobel de Literatura a Dylan. Además, en el corto plazo de un mes y medio, el mítico Jackson Browne se pasó por Bilbao para reconocer e interpretar en la Sala BBK que la canción de Cohen A thousand kisses deep (de Ten new songs. 2001) era su favorita de todos los tiempos" y, poco después, Mikel Urdangarin ha protagonizado una sesión del ciclo Izar&Star con versiones del canadiense ofrecidas en Bilbao y Donostia.
El octogenario Cohen, bohemio irredento, hijo de la diáspora judía y aficionado a la meditación zen, es un maestro de maestros. Por ello, cada disco suyo es recibido como el maná; más aún a su edad y especialmente este último, que venía precedido de algunas declaraciones suyas que lo emparentaban con Blackstar, el magnífico testamento artístico de David Bowie.
Aunque en su disco previo cantara "”incluso cuando las noticias son malas, me tienes cantando? me gustaría continuar"”, el mundo se agitó cuando se despidió de Marianne Ihlen - ?gran amor juvenil que dio pie a la inmortal So long, Marianne- con una carta pública en la que escribió: "”Nuestros cuerpos se están cayendo a pedazos y creo que te seguiré muy pronto. Que sepas que estoy tan cerca detrás de ti, que si alargas tu mano creo que podrás alcanzar la mía”". La alarma generalizada sobre una supuesta enfermedad le hizo declarar a New Yorker que “"exageré al decir que estaba preparado para morir; tengo la intención de vivir siempre, al menos 120 años"”.
You want it darker surge impulsado por un halo de continuidad y parece el cierre de una supuesta trilogía de madurez tras sus discos Old ideas, de 2012, y Popular problems, de 2014. Producido por su hijo Adam, confirma lo que ya dijo de su disco anterior: "”No pretendo inventar la rueda"”. Y lo evidenciaba con canciones como Slow, en la que cantaba: "”Me gusta lento"”. Así suena también su disco actual: maduro, poético y reconocible, tanto en el armario instrumental como en el corpus textual, en el que vuelve a indagar (de nuevo) en las tribulaciones que causa el amor, la vejez, el sexo, la espiritualidad y el concepto de Dios.
austero y profundo Este decimocuarto disco de Cohen le muestra, a sus 82 años, austero y espartano en arreglos, apoyándose en sus textos y su voz profunda (entre el canto y el recitado, con los que parece asomarse a una sima que le permite mirar hacia atrás y hacer balance), a la que contrapone bellos coros femeninos en la mayoría de las ocho canciones. Desde la apertura con el tema titular, en la que suena el coro Cantor Gideon Zelermyer de la sinagoga de Montreal Shaar Hashomayim, al bis casi instrumental de una de ellas.
El álbum, con un arranque casi litúrgico repetido en It seemed the better way, viaja por la melodía accesible de Treaty; los ecos del soul de On the level; las baladas lentas y absorbentes con preciosas guitarras vintage de Leaving the table y If I didn´t have your love; el violín en Steer your way; y el aroma mediterráneo de Travelling light, que incorpora mandolina y bouzuki, a la vez que un leve entramado electrónico, y que recuerda a alguno de sus clásicos en la melodía coronada por los coros femeninos.
sexo y religión La religión y la espiritualidad siguen flotando en el disco, así como la carne y la pulsión amorosa. En el tema titular, en el que dice estar “"listo, mi Señor”", canta también "”no sabía que tenía permiso para matar y mutilar"” mientras que en It Seemed the better way confirma que "es demasiado tarde para poner la otra mejilla".
El paso del tiempo no evita reflexiones sobre la necesidad del amor, rayando el despecho en Treaty: "”desearía que hubiera un trato entre tú y yo, entre tu amor y el mío/uno de los dos era real, y ese era yo”"; y la rendición en If I didn´t have your love : "”así de roto estaría, lo que el mundo me parecería, si no fuera por tu amor, que lo hace realidad”".
El viejo poeta, "una luz viajera con poco equipaje", le canta todavía al deseo (en On the level recita "”me peleaba con la tentación, pero no quería ganar”") mientras parece prepararse para decir au revoir con frases como "”dejo la mesa, estoy fuera de juego”". Son solo 36 minutos? pero están repletos de madurez, genio, ingenio y la inmortalidad que atesora el gran arte.