Cuando se abrieron sus puertas, sólo atendía al público por las tardes. El año pasado, tuvo más de 300.000 accesos. En este 2016, la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa -aunque esta denominación oficial es de 2001- cumple cuarenta años de vida desde el paseo de la Florida convertida en un punto de referencia fundamental para el patrimonio intelectual, creativo y social del territorio. Eso sí, parece que ha pasado mucho más tiempo entre aquella fichas que se iban ordenando a mano y los servicios on-line actuales, por poner dos ejemplos de ese gran salto tecnológico que ha dado la sociedad.

Antes de que llegasen los libros, en el espacio había un quiosco que había sido palomar y churrería. Y estaba la casa del jardinero, el lugar donde se guardaban los aperos necesarios para el cuidado de los jardines existentes. La parcela pertenecía al Ayuntamiento de Gasteiz, que la cedió al Ministerio de Cultura, titular por entonces de la biblioteca pública nacida en el siglo XIX y vinculada al Instituto de Segunda Enseñanza de Vitoria, creado en 1842. El encargado de diseñar el edificio fue el arquitecto Antonio Fernández Alba (Premio Nacional de Arquitectura y Medalla de Oro de la Arquitectura), aunque quien estuvo a pie de obra, introduciendo también algunas modificaciones fue su fallecido colega José Erbina. “En Francia, a principios de los años 60, se había empezado a desarrollar el modelo de las denominadas maison de la culture y el Gobierno español quiso importar el modelo. De aquella época son, de hecho, las casas de cultura de Zamora y la nuestra”, explica Teresa Castro, actual responsable de este servicio dependiente desde 1985 de la Diputación alavesa (en 1981, Madrid había transferido la biblioteca y el edificio al nuevo Gobierno Vasco, que hizo lo propio después con el Ejecutivo foral).

“Creo que estamos bien valorados por la ciudadanía. Cuando la gente hace alguna sugerencia, siempre pone por delante: estamos muy contentos con tener este recurso... Todo el mundo conoce la biblioteca, aunque igual no sepa de quién depende o si hacemos exactamente esto o lo otro”, apunta Castro sobre un equipamiento que hoy emplea a una treintena de personas -el año pasado se jubilaron dos personas que llevaban desde el principio aquí-. Lo cierto es que en ocasiones es complicado abarcar todo lo que puede ofrecer un lugar que cuenta con su zona de préstamo (en el caso de los adultos, más de 140.000 en 2015), la sala de lectura, la fonoteca, la hemeroteca, el lugar para la sección infantil, el salón de actos, la komiteka... y que realiza o acoge, entre otras actividades, talleres de lectura (de castellano, euskera, intercultural, de lectura fácil y de ciencia-ficción), presentaciones de publicaciones, recitales, conferencias, las citas de las Aulas de la Tercera Edad...

Pero sin olvidar esa incesante agenda paralela, el tronco principal de la actividad está en la biblioteca, en sus 236.784 documentos catalogados. “Nuestro fuerte sigue siendo el libro”, máxime la novela. “La aparición del libro electrónico y de los soportes digitales generó muchos movimientos, pero la verdad es que ahora se está volviendo al papel”, describe Castro, a pesar de lo cual la casa de cultura no detiene su proceso de digitalización y ofrece distintos servicios on-line, sin olvidar que en breve empezará a actuar dentro de la red eLiburutegia. Sea con unas herramientas o con otras, “un buen bibliotecario debe tener mucho y buen oído para escuchar lo que quieren los usuarios”, comenta la responsable del servicio foral, que destaca la oferta bibliotecaria que existe en la capital alavesa : “no conozco ninguna ciudad con una red así en cuanto a la lectura pública”.

De todas formas, todo cumpleaños es una buena oportunidad para plasmar una lista de deseos. Este 40 aniversario también. “Nos gustaría disponer de más medios, tener dinero para comprar libros, tener la posibilidad de mejorar las instalaciones y fortalecer un poco la comunicación con los usuarios”, relata Castro, que sobre todo se detiene en este último aspecto: “tenemos que hacer un esfuerzo para salir al mundo de las redes sociales, para comunicarnos mejor, difundir lo que tenemos y hacemos”. Asimismo, señala que “deberíamos poder incrementar la colaboración con las bibliotecas públicas de Álava, ser más red para aprovechar mejor los recursos”. Habrá que ver si los regalos se transforman en realidad. De momento, ella tiene entre manos la puesta en marcha cercana de dos talleres de cómic y música. “Ideas no nos faltan nunca”.