Vienen de tomar parte en el certamen Temporada Alta de Girona con unas críticas que rozan, en algunos casos, lo superlativo. No en vano, Terrenal, pequeño misterio ácrata acumula desde su estreno hace dos años en Buenos Aires (a donde tiene previsto regresar el próximo 10 de noviembre) una larga lista de premios y reconocimientos. El texto de la obra, por ejemplo, recibió en 2014 el Premio de la Crítica al Mejor Libro Argentino en la Feria Internacional del Libro de la capital de este país, algo que nunca había conseguido una creación teatral. Hoy, el director y dramaturgo Mauricio Kartun, junto a sus compañeros de aventura escénica, toma parte en la cuadragésimo primera edición del Festival Internacional de Teatro de Gasteiz de la mano de esta particular revisión del mito bíblico de Caín y Abel.
Como de costumbre, la cita con el público se producirá a las 20.30 horas en un Principal que, eso sí, ha visto acortado su aforo habitual para favorecer determinados aspectos de la producción. Con todo, de manera fundamental en la zona de preferente, quedan entradas disponibles en taquilla al precio único de 18 euros.
“Nos preocupaba un poco que en esta gira el público pudiera tener algún problema con el lenguaje más coloquial que se utiliza, pero nos hemos encontrado con que ustedes reaccionan mucho mejor en determinados momentos porque tienen más presentes esos mitos bíblicos a los que se hace referencia”, explica Kartun, quien pone en valor esta pequeña gira por el Estado puesto que “un público nuevo, diferente al que estamos acostumbrados, significa también hacer una obra nueva”.
La lucha entre esos hermanos que, en realidad, representan las dos formas de enfrentarse a la vida que cohabitan en el ser humano se asienta en la base de una propuesta escénica que actualiza la visión y el contexto de la historia para preguntarse “qué nos dice hoy ese mito, qué sentido contemporáneo tiene”. Para ello, Kartun pone a Claudio Martínez Bel y Claudio Da Passano en la piel de dos hermanos que han heredado una finca con la que no saben qué hacer. A partir de ahí, y con el humor como herramienta fundamental, el dramaturgo y director hace aparecer a la figura del abuelo, a un Dios que sin serlo está interpretado por Rafael Bruza.
Para reforzar el juego que en su totalidad es el espectáculo, la acción se sitúa en una versión cabaretera del tópico Theatrum Mundi. “Dios no ha escrito nuestra obra, no somos personajes del gran teatro del mundo. Nuestra vida es un camino en el que vamos sumando habilidades hasta llegar a un punto en que nos morimos. Así que hacemos nuestro número y ya está. No hay más. No queda nada”. Así, estos Caín y Abel se encuentran en una sala de variedades que está vieja y medio abandonada. “Es un Varietés Mundi pero raído”, ríe el autor.
Eso sí, Kartun quiere dejar claro que en ningún momento la pieza tiene un ánimo moralizante o adoctrinador. Al contrario. “Lo que planteamos es una obra para abrir paso a la reflexión” sobre cuestiones que son propias del ser humano desde el mismo momento de su existencia, más allá de su posterior teorización religiosa por parte de unas y otras confesiones. - DNA