En apenas tres años, una banda integrada por cinco desconocidos pasó de la categoría de promesa a jugar entre los más grandes del rock. Era Oasis, creadora de temas señeros del brit-pop como Wonderwall, que resituó a Reino Unido en el centro de la escena musical mundial frente a la hegemonía de EEUU. Aquel tránsito fulgurante se refleja en Supersonic, el documental que se estrenará este viernes en el Estado y que logró, siete años después de la gran bronca que dio al traste con el grupo, concitar de nuevo las respectivas energías de los hermanos Gallagher, Liam y Noel, en un proyecto común.
Ellos, que son productores ejecutivos de la cinta, constituyen su principal atractivo, con comentarios en off grabados para la ocasión en los que recuperan sus impresiones y recuerdos de cuanto hace 25 años les convirtió en el último gran fenómeno musical de la era preinternet. Así se recuerdan sus primeros pasos en la música, la publicación de Definitely Maybe (1994) y (What’s the Story) Morning Glory? (1995), que llegó a ser el segundo álbum más vendido de todos los tiempos en Reino Unido, con la personalidad arrolladora y un tanto hooligan de Liam al micrófono y las carismáticas letras de Noel, expresando toda su rabia y emotividad contenidas. De ellos, especialmente del segundo, se dice constantemente que “salvó” Gran Bretaña para contrarrestar el empuje del grunge en los inicios de los años noventa. Prueba de ello son las dos actuaciones que cierran la cinta, las que realizaron en 1996 en Knebworth Park ante 250.000 seguidores, considerados unos de los conciertos más grandes de la historia, con más de 2 millones de personas intentando comprar entradas.
“acceso sin precedentes” En palabras del escritor y periodista Paolo Hewitt, uno de los intervinientes en el documental, “la democracia no funcionaba en la banda, se vio miles de veces; había dos personas luchando por el puesto de primer ministro”. Supersonic explora la permanente tensión entre los hermanos desde su infancia, las razones del antagonismo que inyectó de energía y catapultó a Oasis y que después lo finiquitó, pero también sus momentos de complicidad y sus bromas (no en vano, el humor es otro de los fuertes de este trabajo). La película cuenta, por un lado, con la producción del equipo que realizó el celebrado documental sobre Amy Winehouse. Por otro, con la dirección de Mat Whitecross, ganador del Oso de Plata a la mejor dirección en el Festival de Berlín en 2006 junto a Michael Winterbottom por su primera película, The road to Guantanamo. De su mano surgen estas más de dos horas de metraje que discurren a la velocidad que marca el título del filme, con un “acceso sin precedentes” a la banda, a su entorno y a muchas imágenes de archivo nunca vistas. Entre los testimonios de gran valor destacan los de Alan McGee, jefe de Creation Records, el sello que les firmó su contrato, o el de Tony McCarroll, el primer batería, que demandó al grupo tras ser expulsado.
Ahí está también Peggie Gallagher, madre de los dos hermanos, cargando de pragmatismo y argumentos el difícil carácter de sus hijos, rememorando el día que, junto a sus tres vástagos (también aparece Paul, el mayor), decidió abandonar a su marido, harta de las palizas que recibían ella y Noel. El mismo padre que, como refleja el documental, reapareció años después para ponerle una trampa a Liam y filtrar una conversación telefónica a la prensa amarillista, que convirtió a los deslenguados hermanos en su foco predilecto de atención (gracias, por otra parte, a declaraciones como “drogarse es como tomarse una taza de té”).