Vitoria - De aquello que la gente comparte a través de las nuevas herramientas tecnológicas, de la información que transmite para retratarse y conformar una identidad propia dentro de un supuesto mundo virtual, de los datos que se difunden en busca de aprobación mientras el sistema digiere esas aportaciones para obtener un rendimiento económico... A la pintura. A grandes rasgos, así se podría definir una primera aproximación al trabajo que Gala Knörr está llevando a cabo estos meses en Bilbao. Eso sí, por un momento, la joven artista vitoriana busca un paréntesis para recorrer las calles de su ciudad y hacer eso que a veces parece tan imposible como charlar.
Primero en Málaga y ahora en Bilbao. Tantos meses cerca de casa tienen que hacerse raros.
-Volver a estar aquí está siendo como un reencuentro con la persona que tendría o podría haber sido. No estoy desde hace tanto tiempo que me siento como en una crisis existencial permanente.
¿Y qué tendría que haber sido?
-No sé (risas). Si no me hubiera ido de Vitoria quizá no hubiera descubierto ciertas cosas que me hicieron elegir el camino cultural por el que opté. En mi colegio de monjas vitoriano no me hubieran pedido leer nunca, por ejemplo, lo que me exigieron cuando me fui a Inglaterra y daba clase de literatura inglesa. Es un detalle pero, de repente, cuando me marché, se me abrieron muchas puertas a otras culturas y a una curiosidad que aquí no sé si hubiera podido desarrollar aunque la inquietud artística la tenía. Estar en Inglaterra, ir a un museo de arte contemporáneo, entrar gratis y ver todos los clásicos, empezar a descubrir poco a poco quién era quién... Te lleva a querer saber más y te ayuda, o por lo menos me pasó a mí.
De todas formas, entre tanto ir y venir, ¿mantiene todavía en Londres su residencia habitual?
-La vida del artista es la del nómada. Aprendes a adaptarte al sitio al que vas a través de tu trabajo y para mí dejar Londres este año ha sido como romper el cordón umbilical a lo bestia. Además, cada día que pasa, algo cambia allí, hay una exposición nueva, otro concierto... Y sientes como un poco de ansiedad por lo que te pierdes. Volver aquí ha sido como bajar la velocidad, lo que no me ha venido mal porque vine un poco acelerada.
¿Dónde le pilló la votación del ‘Brexit’?
-A una semana de venir a Bilbao.
¿Entiende el resultado?
-Toda Europa está dando una vuelta política e ideológica que no logro entender. Soy de un sector joven que se dedica a la cultura y no me puedo imaginar descubrir que alguien de mi círculo íntimo vote que quiere irse de la Unión Europea. Si lo has hecho, bórrame de Facebook, que ya es oficial que si no somos amigos ahí, no somos nada (risas). De todas formas, ya te digo que no entiendo muy bien que haya ocho millones de personas en Londres que voten por quedarse y sin embargo la gente de otras zonas se quiera ir porque les han vendido la moto de que hay una serie de millones que se podrían gastar en la sanidad pública que van a Europa, por ejemplo. Hay quien no se da cuenta de que hay tres millones de europeos en Londres trabajando y pagando sus impuestos. Que de repente algunos ingleses se sientan cómodos al rechazar a los europeos y a todo tipo de extranjeros es algo que no comprendo.
Por cierto, cuando acabe la estancia en Bilbao Arte...
-Quiero explorar la posibilidad de viajar a Alemania para trabajar en un proyecto. Volver, ahora mismo, no me interesa. Lo inmediato es que quiero saber más sobre qué se hace aquí, qué artistas están emergiendo aquí, cuáles son sus inquietudes. En Inglaterra hoy, los jóvenes creadores están más centrados en temáticas sociales que en cuestiones políticas, miran más al vecino que a todo el país, por así decirlo. Sin embargo, me da la sensación de que aquí es por completo al revés.
¿Qué tal en Bilbao?
-No sé si debería decir esto como vitoriana, pero me está encantando (risas). Como vengo de estar tantos años en una escuela artística tan diferente a la de aquí, vengo, en términos de arte, casi con una mentalidad americana. Aquí todo el mundo se centra mucho en Badiola, Oteiza... Y yo tengo unos referentes completamente diferentes y me siento un poco como el bicho raro. Para empezar, soy la única en Bilbao Arte que está pintando. Parece que ahora la pintura no está de moda, como si fuera algo antiguo, tradicional, como si no se pudiera ser radical con ella nunca más. Parece que sólo se puede hacer instalación, vídeo... Que son medios que yo también he trabajado pero para el tipo de obra que estoy haciendo, la pintura me parece el camino. Al fin y al cabo, a través de la pintura estoy dando permanencia a algo efímero que viene de Internet.
A alguien le puede parecer que ese camino es un contrasentido.
-Internet nos ha absorbido y es parte de nuestra vida. Hay quien piensa que tu ser de carne y hueso y el on line son diferentes, pero para nada. Internet marca la hegemonía. Si no tienes un perfil, no existes. Eso es muy fuerte, es una idea muy interesante. En mi caso, poco a poco he ido descubriendo plataformas sociales que me han dado mucho. Por ejemplo, Myspace, a través de la cual me contactaron para hacer un vídeo publicitario de Sony. O Facebook, donde posteé tres fotos y acabé dando una conferencia en La Casa Encendida en Madrid. Son cosas que en la vida palpable no me hubieran pasado. Por eso me gusta la combinación entre la vida electrónica y la que se puede tocar. Desde la observación de cómo utiliza la gente esas plataformas he ido dando pasos, hasta que me he encontrado con Snapchat. Esta aplicación me interesa mucho por los conceptos de efímero y permanente que hablábamos antes con la pintura.
¿En qué sentido?
-Al final, a través de esta herramienta, mandas una foto o un vídeo, la persona destinataria lo ve y el archivo desaparece. Tuve la suerte de llamar la atención de AJ+ [canal on line de Al Jazeera Media Network], donde me hicieron una entrevista que fue vista por tantas personas de todo el mundo que, de repente, en Snapchat me empezó a añadir gente de Indonesia, Arabia Saudí, San Francisco... Fue de gran ayuda para el proyecto en Bilbao Arte porque me quería centrar en la diversidad ya que vivimos en el mundo de la globalización cultural y hay muchas cosas que no compartimos con personas diferentes porque nos da miedo la reacción de alguien que no ha tenido la experiencia de ser como nosotros.
Pero no es su único punto de interés en este proyecto.
-Eso es. Al final, compartimos fotos, estatus y demás en las redes, una información que es analizada y se nos devuelve como publicidad. Snapchat, en este sentido, me parecía algo más puro puesto que la información que mandas desaparece, nadie la puede analizar. Era lo más radical que podía encontrar en Internet para tener la inspiración y crear un espacio donde hacer existir dentro de mi obra a gente que quizá no tenga representación en un ambiente normal. Quería darles ese lugar donde existir sólo como personas a través de la pintura y sirviéndome del sentido del humor de las imágenes que ellos me han mandado. Estoy haciendo un tipo de obra que quizá atrae a un sector bastante joven, más moderno, pero que también reclama a unas generaciones mayores que la mía, que es algo que es más habitual en Inglaterra pero no aquí.
¿Por qué?
-Porque aquí, quizá, la diversidad cultural no se entiende tanto ya que no se promueve, ni se enseña y tampoco se incita a pensar sobre ello. Desde el respeto, hay que aprender a comunicarse entre humanos. Se solucionaría así muchos problemas.
Sin embargo, son muchos los que piensan que precisamente lo que falta en Internet es respeto.
-Ahí está la cosa. El respeto nace en la casa de cada uno y lo que proyectas en Internet también puede ser lo que te están proyectando fuera de Internet. Los trolls existen en todos los lados. Todo el mundo debería tener derecho a ser quien es, a querer, a... A mí, desde pequeña, me han interesado las personas y mi curiosidad nunca me ha llevado a la falta de respeto hacia lo que he ido aprendiendo.
En el uso de Internet y estas plataformas sociales, ¿nota diferencia entre Inglaterra y aquí?
-Cuando vine hace unos meses, me puse a preguntar a todo el mundo si tenía Snapchat y me miraban preguntando qué es eso. En Londres lo utilizan los niños de 10 años. Puedo entender que se pueda ver estas herramientas como algo frívolo. No es mi caso. Yo lo veo como el futuro convertido en presente. La gente tiene hambre de poder expresarse y sentirse valorada. Vivimos en la cultura del me gusta. Es un poco triste pero hay cosas en el mundo real que también lo son. Internet, además, también está ayudando a que determinada gente se acepte más.
¿Lo siguiente en su camino será seguir profundizando en estas cuestiones o...?
-De alguna manera sí, aunque quiero hacerlo desde una perspectiva personal. Quiero decir, que volver ha sido un impacto importante. Cuando estoy en Londres, tampoco me siento de allí. O cuando vuelvo a Francia. Pero tampoco de aquí. Así que ahora estoy investigando ejemplos de personas que son, por así decirlo, de procedencia diversa. Por ejemplo, tengo un amigo que nació en la antigua Alemania de padres americanos pero que se crió en Inglaterra y tiene esa misma sensación de no sentirse nunca por completo de un lugar. Así que estoy mirando esa idea, asomarme a esa tercera cultura que no es sólo de una localidad, ver qué hace que tengamos estas conexiones a diferentes sitios. ¿Qué nos une cuando nos movemos tanto con gente de sitios tan diferentes? ¿Cómo creamos ritos, hábitos y relaciones con la gente de cada lugar? Eso algo que estoy todavía explorando porque, además, luego traducir esto al medio artístico va a ser otra aventura. No sé, tal vez en este caso el vídeo pueda ser un buen camino.
Si se encontrarse con aquella Gala Knörr de 16 años antes de irse de Gasteiz, ¿qué le diría?
-¡Vete, mujer! (risas).