“nuestras paredes homenajean a quienes queremos”. Así comienzan los 17 minutos de Gure Hormek, un cortometraje rodado por María Elorza (Gasteiz, 1988) y Maider Fernández Iriarte (Donostia, 1988), dos jóvenes realizadoras que dan sus primeros pasos en el mundo del cine y a las que, por el momento, no les ha ido nada mal. Tras llevar varios años grabando cortos, con Gure Hormek lograron participar en la pasada edición del Zinemaldia, ya que fueron seleccionadas como candidatas a optar al premio Zabaltegi-Tabakalera en su primera edición competitiva, una sección muy especial en la que lograron colarse junto a las propuestas de lo más variadas. No se alzaron con el ansiado galardón, que recayó en Eat That Question: Frank Zappa In His Own Words, de Thorsten Schütte, pero su participación se ha convertido en un gran paso en su carrera.
Todo comenzó dando un paseo por los rincones de su ciudad, Donostia, cuando María y Maider fijaron sus ojos en los nombres de sus calles y recayeron en el predominio de los títulos masculinos para sus avenidas más famosas. Esa reflexión llevó a las dos artistas a plantearse qué papel han tenido las mujeres en la sociedad hasta este momento y cómo el interior de las casas ha sido siempre su lugar asignado, oculto, mientras que las calles han sido el espacio habitual de los hombres. Por ello, María y Maider dedican un homenaje cinematográfico en Gure Hormek a las amas de casa, a las madres solas... y a todas las mujeres de la sociedad. “Partiendo de la idea de las paredes, nuestro corto plantea una reflexión desde un punto de vista autobiográfico, porque hablamos de las mujeres que nos rodean a nosotras mismas: nuestras abuelas, madres, amigas...”, explica Maider.
El relato encumbró hasta el Zinemaldia a estas dos cineastas que decidieron adoptar el nombre de Las chicas de Pasaik en 2013 para firmar los trabajos que llevan a cabo de forma conjunta. Ambas se quedaron muy sorprendidas tras su selección en el festival donostiarra con un proyecto que nació de la mano de Donostia 2016, a través la sección Paredes que hablan, la cual buscaba que diferentes elementos arquitectónicos, como en este caso las paredes, sirviesen para comunicar ideas y se convirtiesen en elementos de convivencia.
“Nos llamaron de la organización de Donostia 2016 para participar en un apartado que pretendía mezclar distintas disciplinas artísticas para hablar sobre los murales y el muralismo. Ellos fueron quienes nos propusieron hacer un vídeo mural y, aunque al principio no teníamos muy claro cómo abordar el proyecto, pronto llegó la idea”, explica María. Fue en aquel paseo junto a Maider por Donostia cuando surgió la reflexión al fijarse en el predominio de nombres masculinos de las calles de la ciudad, y decidieron comenzar a grabar.
“Comenzamos a filmar el cortometraje teniendo en mente la famosa frase de “Las paredes hablan”, elegida para la sección por la propia organización de Donostia 2016. El título nos pareció realmente sugerente. Entonces pensamos, por una parte, qué nos dicen a nosotras las paredes, cuál es nuestra relación con ellas, tanto dentro del hogar como en el espacio público, y también en el sentido personal como mujeres, cómo nos relacionamos con ellas en la intimidad y en la calle”, relatan las jóvenes.
Poco a poco fueron recopilando diferentes materiales, como entrevistas y filmaciones dentro de sus propias casas con sus familias, imágenes de sus madres, abuelas y amigas, que combinaron con secuencias de las calles de Donostia. “Algunas secuencias las grabamos juntas y las demás piezas las construimos sobre la marcha, según iban saliendo. Por ejemplo, María ha grabado a su madre, y yo ya tenía alguna cosa grabada con mis abuelas que pensé que podían encajar en la pieza. También grabé a unas amigas taladrando una pared. Esta fue la manera en la que fuimos generando el relato, uniendo las diferentes partes y finalmente una voz en off para darle una estructura a todo el corto”, explica María.
Entrar en el Zinemaldia fue “muy inesperado”. “El corto nació a través de Donostia 2016 y nunca nos planteamos nada semejante como esto, tener la oportunidad de estar presentes en el festival. Cuando realizamos este trabajo no teníamos ningún tipo de pretensión de estar en algún sitio y ha sido para nosotras toda una sorpresa”, señala Maider. Las dos realizadoras llevan un tiempo colaborando juntas en distintos proyectos, pero afirman que “este es el primer trabajo que está en un festival como este, referente en Euskadi y a nivel europeo, y esperemos que nos ayude en nuestros futuros proyectos”.
En la misma línea, María recuerda el empujón recibido tras haber sido seleccionado su trabajo en Kimuak, el circuito para la exhibición de los cortometrajes producidos en Euskadi: “En gran parte estamos en el Zinemaldia gracias a Kimuak, porque seguramente a nosotras no se nos habría ocurrido presentar el corto al Festival de Cine de Donostia, ni tan siquiera aspirábamos a entrar en él, y por eso estamos contentas y agradecidas de que nos hayan seleccionado para su catálogo”.
Amigas Antes de formar Las Chicas de Pasaik, Maider y María eran amigas. “Nos conocíamos desde hace muchos años, y cuando yo terminé la carrera, en Barcelona, y volví a casa, no conocía a nadie que se dedicase a lo audiovisual. Contacté con Maider y empezamos a grabar algunas cosas juntas”, recuerda María. Así nació Irudi mintzatuen hiztegi poetikoa (2013), su primer cortometraje, que además estuvo becado por la ayuda Benito Ansola. Después llegó Encuentros, que logró la beca del el Programa de Artistas Noveles de Gipuzkoa 2013-2014. También participaron en la película colectiva Errautsak, producida por Zinebi y TYF. Sus últimos trabajos son La chica de la luz, que forma parte de la película coral Kalebegiak, producida por Donostia 2016, y citado el cortometraje Gure Hormek.
Las chicas de Pasaik se encuentran actualmente en una fase de “recoger lo sembrado”, sin proyectos concretos por delante, pero deseando “volver a desarrollar ideas para futuros trabajos”.