Nick Cave es uno de los músicos más inquietantes, personales y dotados de la escena rock de las últimas décadas. El australiano, que se dio a conocer en The Birthday Party, ha diseccionado como pocos en su repertorio grandes temas como el dolor, la culpa, la religión o las drogas. En su 16º disco junto a The Bad Seeds, Skeleton tree (Bad Seed Ltd), se tumba en el diván para enfrentarse a la muerte de su hijo adolescente con un repertorio intimista, oscuro y solemne que tiene también su traslación en imágenes en un documental que ha sido filmado en un expresivo blanco y negro.
Cave está jodido. Uno de sus hijos gemelos de 15 años, Arthur, falleció en verano de 2015 al caerse de un acantilado tras, al parecer, haber consumido LSD. ¡Cómo no estar jodido tras tan desgarradora pérdida! En lugar de ir al psicólogo, Cave se ha enfrentado a la tragedia como mejor sabe, sentándose al piano, escribiendo y cantando. Algo parecido a lo que hizo David Bowie con Black star al advertir que su cuerpo dejaba de responderle debido a un cáncer.
Skeleton tree llega tres años después de que Cave (clásico contemporáneo, músico, guionista de cine, escritor y arquitecto de bandas sonoras) editara Push the sky away, un fantástico CD de baladas serenas y maduras alejadas de la electricidad de la mayoría de su obra previa y de su aventura paralela en Grinderman. El tono pausado se acentúa en su nuevo disco, que inició a finales de 2014 en los Retreta Studios, en Brighton, para añadir después unas sesiones en La Frette Studios, en Francia, en otoño de 2015.
El habitual febril periodo compositivo de Cave se dislocó con la muerte de su hijo, que, como no podía ser de otra manera, acabó impregnando todos y cada uno de los casi 40 minutos que duran estos ocho temas. El trauma sufrido recorre un repertorio oscuro, minimal, con el grupo quedo y respetuoso (partiendo de Warren Ellis y su violín, con escasas notas o juegos ruidistas) mientras él se torna más rapsoda que nunca entre imágenes poéticas y oníricas, en algunos casos apocalípticas y religiosas.
La voz monocorde y herida de Cave se inaugura con Jesus alone, sobre un fondo instrumental malsano y distorsionado que resulta enervante y nunca acaba de explotar mientras él canta “con mi voz te llamo” y deja una imagen inquietante: “caíste del cielo y aterrizaste chocando en una tierra cerca al río Adur”. El CD, a excepción de Rings of Saturn, que aporta algo de luz y aire fresco con sus coros, discurre por la misma tónica lúgubre en canciones estremecedoras como Girl in Amber (grandes coros y piano), Magneto (profundo bajo) y Anthrocene, con base electrónica a lo Radiohead.
El disco respira más ritmo y vida en una segunda mitad estremecedora, desde que llega el himno de amor arrebatado de I need you, con batería ya en primer plano, a la que siguen la casi litúrgica Distant Sky, con el peso de los teclados y la voz de la soprano danesa Else Torp, y el cierre con la canción que le da título, con batería, tímida guitarra acústica y un piano maravilloso.
Dolor y esperanza Real o no, el oyente traslada cada verso del disco a la tragedia de Cave. “¿Todavía estás ahí?”, se pregunta en Rings of Saturn mientras que en Girl in Amber recita “si quieres sangrar, simplemente sangra/no respires ni una palabra, simplemente aléjate y deja que el mundo gire”. Dolor a raudales, sí. Como el que supura Magneto, en el que el autor dice “girar en mi rueda como una rata de laboratorio” antes de dejar una imagen sobrecogedora: “en el espejo del baño me veo vomitar sobre el lavabo y por toda la casa oímos los himnos de la hiena”.
“Cuando sientes que amas, nada importa realmente? todavía estás en mi corazón, pequeño, te necesito”, canta el australiano en I need you, que abre la puerta a la (necesaria) luz final en Distant sky (“vamos, mi amor, mi única compañía/parte hacia cielos lejanos/pronto los niños renacerán”) y la postrera Skeleton tree, donde se le oye “grité y grité más allá del mar” antes de cerrar con un verso esperanzado y repetido: “todo está bien ahora”. Como si la catarsis hubiera funcionado.
Coincidiendo con el disco se ha estrenado el documental One more time with feeling, de Andrew Dominik, en el que se recoge su creación. “¿Por qué quieres hacer esto”, le preguntó al músico. “Me dijo que tenía cosas que decir pero que no sabía cómo. Quería que sus seguidores entendieran que estaba atrapado y que tenía que hacer algo, cualquier cosa, para avanzar”, según el cineasta. La película apuesta por el 3D y un crudo blanco y negro para revelar “el drama y la extraña sensación de parálisis que Nick parecía sentir” a través de imágenes y entrevistas.