El director británico, acompañado de su mujer Alma Reville, puso rumbo a Donostia para presentar su película Vértigo en el certamen de cine donostiarra. Hitchcock aterrizó en el aeropuerto de Biarritz el 21 de julio de 1958 tras un accidentado viaje. Antes de abandonar el espacio aéreo americano, la tripulación del avión procedente de Los Ángeles observó una fuga de gasolina en los depósitos de combustible, obligando al piloto a realizar un aterrizaje de emergencia en Seattle. El problema quedó resuelto un par de horas más tarde y el viaje continuó con destino a la capital francesa, donde llegaron pasadas las 17 horas del domingo.
Sin mayores complicaciones, volaron al día siguiente hasta Biarritz, donde les esperaba un flamante Rolls-Royce que la organización del certamen había dispuesto para el tiempo en el que durara su visita. Por carretera, llegaron hasta Hendaia, donde entregaron sus pasaportes ante una enorme expectación de medios gráficos y escritos.
“El trayecto hasta llegar a Donostia supuso para el director británico un interesante descubrimiento, pues era la primera vez que visitaba el País Vasco. A su llegada al Hotel María Cristina, donde ocupó la suite 405, fue recibido con gran solemnidad por el entonces director del festival Antonio de Zulueta, padre del cineasta Ivan Zulueta y fundador del cineclub Ateneo de Donostia”, explican desde la organización de la exposición. Mientras su mujer descansaba en el hotel, Hitchcock se dio un baño de masas firmando numerosos autógrafos entre el público que esperaba su llegada.
Un centenar de fotografías, en su mayoría inéditas, reconstruyen la visita de los cuatro días que el maestro del suspense permaneció en Euskadi. La exposición, organizada por Donostia 2016 con la colaboración del Zinemaldia, bajo el título Welcome Mr. Hitchcock, fue inaugurada ayer por la consejera de Educación, Política Lingüística y Cultura, Cristina Uriarte, el alcalde donostiarra, Eneko Goia, el director general de Donostia 2016, Pablo Berástegui, el director del Zinemaldia, José Luis Rebordinos, y el comisario de la exposición, Pedro Usabiaga. La sede de la Capitalidad Cultural acogerá la muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 14 de octubre. La muestra sigue cronológicamente y paso a paso los cuatro días de Alfred Hitchcock entre Donostia, Biarritz, Hendaia, Pasaia, Baiona y Lourdes. La exposición reconstruye su viaje, jugando con el tiempo pasado y acercándolo hasta el presente. Un recorrido fotográfico, que muestra la faceta más desconocida del enigmático director británico. Desde su comida en la sociedad gastronómica de Gaztelubide, hasta su visita al Museo San Telmo, donde quedó impresionado por los frescos de Sert y el espectacular pórtico del museo. “¡Es un excelente escenario natural para una de mis películas!”, exclamó.
Los visitantes podrán descubrir cómo el el director de Los pájaros y Psicosis, junto a su mujer se desplazaron al clásico restaurante de la ciudad donostiarra Casa Nicolasa, y no escatimaron menú: melón con jamón, chipirones en su tinta, lenguado a la belle étoile y pudding de melocotón. Hitchcock llegó a decir que, “desaparecido el primer impulso sexual en una pareja, comer juntos era una variable de hacer el amor”.
de turismo La exposición muestra el interés del director británico por Euskadi. Al día siguiente, Hitchcock decidió hacer turismo por Pasaia, “donde paseó por los enjutos callejones y admiró la vista del mar. La organización del festival había reservado mesa en un conocido restaurante, Casa Cámara. Alfred, consumado gourmet, almorzó copiosamente: entremeses, lenguado, un gran turnedó con guarnición, arroz con leche, café y un enorme puro”, explican los organizadores de la exposición.
Hitchcock fue un católico practicante toda su vida. De ahí su interés de aprovechar su visita al País Vasco para visitar iglesias, claustros y catedrales. “Se quedó fascinado con la catedral de la localidad de Sainte-Marie... Y a media tarde, y como uno de los empeños personales del director en su visita al festival, visitó Lourdes. Entonces se conmemoraba el centenario de la aparición de la Virgen a la pequeña Bernadette”.
Sería al día siguiente, 23 de julio, cuando Hitchcock presentaría Vertigo en el Zinemaldia, ante una gran expectación. En una rueda del prensa, el director inglés explicó su particular visión del cine de suspense: “Es como un refinamiento de las antiguas películas de monstruos. Mis películas han demostrado que no había necesidad de recurrir a lo terrorífico ni a lo truculento para mantener latente el interés del público, logrando que el espectador esté pendiente de lo que sucede ante sus ojos, pero sin necesidad de gritos ni excesos. Es una conquista de la que estoy satisfecho de verdad”.
Según se relata desde la exposición, Hitchcock llegó puntual y de riguroso esmoquin negro escoltado por su esposa, que vistió para la ocasión un conjunto blanco de Balenciaga. Tras una breve presentación de Ana Mariscal, el director salió a escena con un gesto imperturbable. “Regaló a la audiencia que rebosaba la sala algunos chistes y bromas, demostrando una vez más que el director era la verdadera estrella. ‘Perdonen, pero es que estoy impaciente por ver la película ¡Tiene un suspense?!’, bromeó.. “Al finalizar la película el respetable tardó en reaccionar... - relatan los organizadores de la exposición- A su regreso a los Estados Unidos, donde la película llevaba un mes proyectándose en varias ciudades, se comprobó que la reacción del público americano era similar al donostiarra, por lo que la Paramount presionó al realizador para que modificara el final, dando un tono menos desesperado en su desenlace”.
El jueves 24, el director y su mujer pusieron rumbo a Biarritz, donde aprovecharon para hacer algo de turismo antes de regresar a Estados Unidos donde a Hitchcock le aguardaba el rodaje de Con la muerte en los talones, película que también se estrenaría al año siguiente en el certamen de cine donostiarra.