La llamada se produjo, sobre todo, a través de las redes sociales. Ocho creadores y agentes del territorio convocaban una reunión a las ocho de la tarde del 6 de julio de 2015 en el centro cívico Aldabe con la idea de sondear la posibilidad de generar un “ente capaz de consensuar las aportaciones básicas de nuestro sector, con capacidad y fuerza suficiente” como para establecer una interlocución con las instituciones. Para ello se solicitaba la presencia de artistas, galeristas, activistas, críticos, gestores, docentes, coleccionistas, asociaciones, colectivos... En definitiva, toda aquella persona que quisiera o pudiera aportar.

Cerca de 35 participantes se encontraron en aquel momento y constataron que, más allá de las diferencias, había suficiente base para generar lo que en un primer momento se denominó como Mesa Sectorial de las Artes en Álava. Unas jornadas después, el 13 de julio, se produjo una segunda reunión en el mismo lugar y, a partir de ese instante, se empezaron a concretar las líneas maestras del proyecto. A día de hoy, 360 personas están censadas en la que, ya de manera oficial, se denomina como Mesa Sectorial de la Cultura en Álava Mahaia.

Desde aquel 6 de julio hasta este momento, un año después, la idea básica de la apuesta no ha variado, aunque el paso del tiempo haya incluido matices, aportaciones y concreciones: ser capaces de que el sector tenga una voz compuesta por muchas que hable de forma clara y decidida, que tenga capacidad de decisión e influencia, y que sea interlocutora ante las administraciones y con la sociedad. Dicho así, el objetivo puede parecer sencillo, pero en un territorio en el que nunca ha existido una plataforma tan transversal y numerosa, y en el que los agentes culturales, a estos efectos, han funcionado más como islas inconexas que otra cosa (salvo algunas excepciones), construir ese “ente” al que hacía referencia la primera convocatoria no es tan simple.

A finales de septiembre del año pasado, Mahaia dio el paso definitivo al presentarse de manera pública en un acto celebrado en el museo Bibat. Fue el momento también de conocer su estructura, es decir, el modo a través del cual conseguir que un colectivo de este tipo sea funcional. En su base se encuentra la asamblea, conformada por todas aquellas personas que están adheridas a la iniciativa. De ella emanan los grupos de trabajo, tanto temáticos como subsectoriales, en los que se tratan tanto las cuestiones propias de cada disciplina como aquellas que son comunes a los diferentes apartados. Con representantes de cada uno de estos comités se conforma el Consejo Sectorial, un organismo de representación más reducido y operativo.

Con ese esqueleto ya definido y en marcha, a lo largo de estos meses la Mesa ha actuado sobre todo en dos sentidos. Por un lado, hacia dentro puesto que el trabajo ha sido y es ingente. Por otro, hacia el exterior, con especial preocupación por los partidos políticos e instituciones. Eso sin olvidar que también ha habido distintos pronunciamientos públicos sobre cuestiones inmediatas como el futuro Krea o la tramitación de los presupuestos para 2016. Eso sí, fue el pasado 23 de junio cuando Mahaia cerró el círculo de su primer año de actuación con la exposición de un documento sobre la situación del sector y sus objetivos a corto y medio plazo, y la presentación de una campaña divulgativa en pro de la cultura.

De todas formas, el verdadero reto de esta iniciativa empieza ahora. Toda vez que los cimientos parece que están asentados -más allá de que en un colectivo con tantas personas siempre habrá disensiones-, toca ponerse a construir el edificio. Y ahí es donde Mahaia debe demostrar que se equivocan quienes piensan que lo suyo es humo que más tarde o temprano terminará por disiparse para volver a la apatía de siempre. - DNA