Mientras que La 1 ofrece capítulo tras capítulo, una telenovela con vocación de culebrón titulada Amar en tiempos revueltos o los de A3 ofrecen algo parecido llamado El secreto de Puente Viejo, los de Mediaset insisten, persisten y triunfan con lo que antaño llamábamos telebasura, por cierto término que apenas se emplea en las columnas críticas dedicadas al negocio de la tele y sus consecuencias emocionales, sociales y cerebrales.
De tanto ocupar la pantalla, los productos kakatele, que son precuelas y secuelas de los diversos realities de la cadena que agitan, alimentan y trituran al personal en programas como Sálvame y Sálvame Deluxe, espacios encarnados en el conocido presentador Jorge Javier Vázquez que cede temporalmente la batuta a Paz Padilla o a Carlota Corredera de La fábrica de la tele, productora padre y madre de este singular engendro, consolidado en parrillas y campeón de las audiencias de tarde.
La clave del éxito de Sálvame está en la selección, personalidad y juego televisivo que dan los personajes de carne y hueso convertidos en actores, en personajes de cartón, que asoman sus debilidades, carencias y necesidades en un plató-sala de estar casera, donde Kiko, Mila, Karmele y variada tropa intercambian dardos, ataques personales y descalificaciones varias que alimentan la tarde de basura, detritus y abundantes restos de honores y honras destrozados. Es la cuadra fashion de Lidia borrada de la profesión, Rosa Benito cornuda y apaleada, Mila Ximénez perdida en los cayos de un hondureña isla a la búsqueda de golosa recompensa o Terelu viviendo de las rentas de la mamá a la sombra de su santa madre a la que han convertido en noticia por una operación para extirpar innecesaria vesícula biliar. Ejército de parásitos que interpretan papel asignado en la comedieta de las tardes de una tele incapaz de construir un producto digno y saludable. Seguiremos esperando.