la oferta televisiva de nuestros días, libre de pago, nos provoca en muchas ocasiones reacciones como la del título de esta columna aldeana y mediática, que refleja agotamiento y repetición cansina de modos y fórmulas de programación televisiva, incapaz de alimentar nuestras necesidades televidentes de un puñado de minutos al día, que es lo que necesitan nuestros cuerpos y mentes, azacaneadas por al trajín del empleo o desempleo, que de todo hay en la viña del Señor. Cada vez son más numerosas las jornadas en las que el telemando manifiesta encefalograma plano, pasando sin solución de continuidad de una cadena a otra, en mareante ejercicio en busca del arca perdida del programa de tele que nos enganche, entretenga y alivie la paliza del diario malvivir. La noche de los lunes es claro ejemplo de esta situación que demuestra incapacidad manifiesta de las grandes cadenas para cumplir con las exigencias del cliente, al que no pueden abastecer de buen material a lo largo de los días laborables de máximo consumo de tele. Si repasamos la oferta del primer día de la semana nos tropezamos con el fugitivo Bertín y su acompañante de turno, de visita domiciliaria, que seguro barrerá en las audiencia del día; también tenemos oferta cinematográfica, recurso de las cadenas pobres contratando películas de bajo coste, abundante violencia y guiones infumables (La última fortaleza, con el duelo Gandolfini/Redfort, o El origen de un imperio peliculón histórico sobre las andanzas de Temístocles y espartanos contra invasión persa . En este viaje por las ofertas de la tele de nuestros pecados, tenemos como gran gancho de la primera noche de la semana, la serie de producción propia La embajada que funciona en Antena 3. Y pare usted de contar a la hora de seleccionar trocito de tele que llevarnos a la boca en un panorama monótono de mucha cadena, mucha repetición y poca novedad apetitosa.
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