SEVILLA. Ni el cambio de vocalista ni las inclemencias del tiempo lograron enturbiar el regreso de la banda australiana a Sevilla, donde demostraron ante las más de 60.000 personas que abarrotaban el Estadio Olímpico de la Cartuja que siguen siendo capaces de poner los vellos de punta.
La banda australiana llegaba a la capital hispalense -en su único concierto en el Estado- rodeada de polémicas.
Por una parte, el cambio del mítico vocalista Brian Johnson (que se ha retirado por problemas auditivos) por Axl Rose, de los Guns 'N Roses, no sentó nada bien a parte de los seguidores de la banda, y por otra, la promotora del concierto fue acusada por algunos consumidores de no atender a todas las demandas de devolución de los usuarios tras el cambio de cantante.
La organización también fue muy criticada hoy por el tardío acceso al recinto, con esperas de hasta una hora en algunas de las entradas, lo que provocó un retraso de treinta minutos con respecto a la hora de inicio, fijada a las 21:30 horas.
Todas las miradas estaban puestas en la lluvia, que durante todo el día cayó intensamente sobre Sevilla, pero que dio un respiro durante el concierto, permitiendo que los paraguas estuvieran cerrados y los asistentes disfrutando del concierto.
Se vieron muchos fans de los AC/DC venidos del extranjero, mucho seguidor entrado en años y muchos venidos con sus hijos, e incluso nietos.
Cuando los primeros acordes de Rock or Bust sonaron en el Estadio Olímpico hispalense toda la incertidumbre quedó atrás, los riffs de Angus volvían a la capital hispalense seis años después para disfrute de un público entregado y ávido de rock and roll.
Un clamor ensordeció el recinto cuando las luces se apagaron y, tras la cortina de pirotecnia y humo, se alzó la figura de Angus ataviado con su clásico uniforme colegial escoltado por Axl Rose en su trono, Stevie Young, Cliff Williams y Chris Slade.
Axl Rose volvió a estar a la altura de las circunstancias, como ya hiciera en Lisboa este pasado fin de semana, pero por momentos se echó en falta la voz rotunda y áspera de Brian Johnson.
Mientras, en la pista, el magnetismo de los de Sídney mecía la marea de cuernos bermejos y brazos al aire al compás de la canción que da nombre a la gira y a su último disco.
Tras iniciar el concierto con uno de sus temas más recientes, la actuación estuvo marcada por los grandes clásicos de la banda, como Back in Black, que hizo vibrar al estadio en la cuarta canción, o Rock & Roll Damnation.
Thunderstruck incendió el recinto con sus truenos cadenciosos, haciendo saltar de pura emoción a los miles de incondicionales de la banda que se agolpaban en la pista.
Las campanas del infierno tañeron a la undécima canción solapadas por los primeros acordes de guitarra de Hells Bells, con un Angus Young apoteósico que llenaba el escenario con su endemoniado punteo.
Pero si genial había estado el de Sídney durante todo el concierto, con Let There Be Rock demostró porqué es una leyenda, protagonizando un antológico solo de dieciséis minutos en el encandiló a un público extasiado por la incombustible vitalidad de la que hace gala a sus 62 años.
Tras la lección magistral de Young sonó su clásico más universal, ese himno del rock que es Highway to Hell y que cantaron como una sola voz los miles de asistentes.
La vuelta de la banda australiana a Sevilla concluyó con un espectáculo de luces y pirotecnia rematado por una salva de artillería en honor al rock and roll, en una noche en la que quedó patente que mientras Angus Young aguante habrá AC/DC para rato.