Madrid - La visión siempre “original” y “fascinante” del maestro de escena Robert Wilson fue el factor clave para que Mijail Baryshnikov aceptara ponerse en la piel del aún más célebre Vaslav Nijinsky en Letter to a man, un paseo por la “locura” del bailarín y coreógrafo ruso.

“No es una pieza de danza, no hay coreografía en sí, pero tiene movimiento de principio a fin”, advirtió ayer Baryshnikov en los Teatros del Canal, donde la obra se escenificará a partir de este jueves, en su estreno en España tras su presentación el verano pasado en Spoleto (Italia). Letter to a man se basa en el diario escrito por Nijinski en 1919, “momento álgido en su salida del mundo real y su entrada en la locura”, y refleja “la lucha mental” contra la esquizofrenia “de un hombre extraordinario, su relación con Dios, con el arte y con su familia”, explicó el bailarín y coreógrafo letón, de 68 años. El título se refiere a una carta que Nijinski (1890-1950) escribió, sin mencionar su nombre, a su examante y mentor Serguei Diaguilev, de quien se separó en medio de una gran polémica para casarse con la condesa húngara Romola de Pulszky, un “escándalo” que no forma parte de esta pieza poética y fragmentada.

“Wilson pone mucha fe en el público”, señaló Baryshnikov. “Su teatro no es tradicional, sino que corta la historia en pedazos y la ofrece al público para que cada uno cree su propia versión. Es una poética muy profunda y diferente a otros autores con los que he trabajado”. Fue en una cena privada hace unos años cuando Wilson puso por primera vez sobre la mesa la idea de trabajar sobre el legado de Nijinski, que se ha visto ya en otras ciudades de Europa y EEUU y “posiblemente” viajará a Sudamérica. “A Bob le fascinaba el talento de Nijinski y su capacidad para dialogar con otras disciplinas artísticas”, subrayó el que fue primer bailarín y director artístico del American Ballet Theatre antes de saltar a la danza moderna con White Oak Dance Project. Sobre sus vínculos con Nijinski, contó que con sólo 17 años, siendo estudiante en Leningrado, bailó por primera vez una escena de Petrushka y que su fascinación hacia él creció con el tiempo. Fue un “adelantado a su tiempo”, dotado de “una gran determinación y espíritu de vanguardia”; “el primer bailarín y coreógrafo moderno”, dijo.