Don Carlos Sobera, conocido actor y presentador, se ha metido en faena con un asunto de telerrealidad, haciendo de mamporrero mayor del reino, buscando complicidades, amaños y manejos humanos heteros y homos, para que surja el amor con su correspondiente ración de erotismo y sexo, que de todo hay en la mediática viña del Señor con una breve pero continuada presencia en las parrillas de programación de Cuatro, cadena de segundo orden y experimentos varios de la poderosa Mediaset.

Este producto norteamericano consiste en ofrecer los diálogos más o menos chirenes de parejitas construidas al azar para televisiva ocasión y que ofrecen relaciones personales muy diferentes, desde los que se enganchan con la primera frase y desean darse un revolcón en el catre, hasta los que se rechazan manifiestamente y muestran su incompatibilidad de forma palmaria a las primeras de cambio.

El gesticulante actor se las maneja como puede haciendo a la vez de celestina, juez de paz y confesor espiritual de atormentadas parejas que buscan un hueco en la galería de famosetes de programas de tres al cuarto, que se consumen como chuchería mediática al inicio del prime time nocturno.

Las variadas parejas se van exponiendo al foco exhibicionista de la tele en un ejercicio de desnudarse ante audiencia millonaria que ríe, desprecia o rechaza diálogos de besugos que inundan la pantalla. Estos primeros tanteos ofrecen reses y víctimas para el martirio mediático que todo lo destroza, consume y pisotea. Y por encima de las penurias de las parejas, la presencia de un cupido mitad mayordomo, mitad diablillo, ejecutante de esta ceremonia absurda que se llama First dates. Los muñecos de guiñol desfilan con penurias y virtudes y la mayoría lamentará haberse presentado al casting porque la resaca será monumental. Dating show manejado por Carlos Sobera.