Primal Scream, formado en 1982, editó Screamadelica en 1991, uno de los mejores discos de rock del siglo pasado y cumbre del sonido raver y psicodélico junto al debut de Stone Roses. Después se convirtió en una de las mejores bandas de rock en directo durante algo más de una década, defendiendo sobre los escenarios álbumes imprescindibles como Vanishing point y XTRMNTR. Lo lograron dando bandazos estilísticos, saltando del rock’n’roll (stoniano o de espíritu punk) al dub, pasando por el gospel, la electrónica y los estribillos pop, cruzando la electricidad de las guitarras y los ritmos de las máquinas.
El anterior trabajo de la banda es el disco More Light, lanzado en mayo de 2013, y producido, al igual que Chaosmosis, por David Holmes, que cuenta con canciones como It’s alright, It’s OK, Rocks y Come together.
Chaosmosis (First International, PIAS), su decimoprimer álbum de estudio, fue grabado en Londres, Nueva York y Estocolmo, y cuenta con colaboraciones de músicos indies como Sky Ferreira, Rachel Zefira (Cat’s Eyes) y el trío femenino Haim, y una aportación vocal (apenas audible) del colega Noel Gallagher. El grupo defiende que el proceso compositivo (compartido en tres canciones con Björn Yttling, bajista de Peter, Bjorn and John), fue sencillo. “Estamos mejorando en escribir canciones, tenemos más confianza y dejamos que las cosas fluyan”, dice su líder.
“Hace veinte años era jodidamente doloroso tratar de hacer un disco de Primal Scream; era como el infierno. Ahora expreso mejor mis sentimientos y lo que quiero decir. Estoy tratando de darle sentido a mi vida y al mundo, y de volcarlo en una canción pop”, asegura Gillespie sobre un disco que aúna euforia y enfado a partes iguales en sus canciones.
¿Referentes? Gillespie recuerda a Siouxie and the Banshees. “Nos encantaban cuando éramos adolescentes canciones como Happy house o Spellbound, que eran grandes temas pop pero, al mismo tiempo, tenían algo oscuro y retorcido. Creo que este disco tiene una actitud similar”, apostilla el líder de la banda.
Máquinas y política La electrónica gana por goleada a las guitarras en Chaosmosis, que se encuentra más cerca del pop de Beatiful future (¿recuerda The glory of love?) que de la experimentación y la densidad de su anterior álbum, el magnífico More light. El disco arranca con la bailable y psicodélica Trippin’ on your love, con su riff sucio, un guiño indio, coros femeninos y una euforia (“brazos levantados al sol”) que remite a Screamadelica.
El resto del disco, un torpedo pop que casi siempre acierta en la diana, es un cajón de sastre, ya que alterna a los Cure imberbes de (Feeling like a) demon again con el medio tiempo I can change, la balada acústica Private wars con la anarquía sonora a lo Stooges (saxo y éxtasis gospel incluidos) de Golden rope y el festivo y bailable Where the lights? Mención aparte merecen el bonito riff electrónico de Carnival of fools y dos canciones que rememoran la época gloriosa de sus admirados New Order: 100% or nothing y Autumn in paradise, donde la electrónica y el pop se funden con una efectividad total.
Chaosmosis, como otras de sus obras, es fruto del contexto turbulento de 2016. “El clima político es profundamente perturbador y somos conscientes de ello. Nos gustaría ver algo diferente”, dice Gillespie. “Puede sonar un punto enojado, pero quiero escribir sobre situaciones reales, cosas que me hacen sentir. Y las letras son más claras que antes”, apostilla.
El amor discurre por el disco entre versos poblados de celos, enfermedad, dolor, guerras, ira, falta de dinero y trabajo, corrupción y conspiraciones del capital y de los gobiernos. La respuesta es el “grito” pop de los escoceses, que abogan por “provocar un cambio” para “ser libres” y “romper las cadenas”, ya que, a pesar de todo, todavía crece algún “clavel blanco en un jardín descuidado”, canta Gillespie al final. “El arte, los políticos, la música? la gente que me gusta es la que se preocupa, a la que le gusta la belleza”, dice el cantante. “Eso es lo que intentamos hacer. Y por eso este disco es bello”, concluye.