Vitoria - Este pasado fin de semana, Aramaio ha celebrado el acto inaugural de la programación que a lo largo de todo este 2016 se va a llevar a cabo en distintos puntos de Álava para conmemorar el primer centenario del fallecimiento del compositor Bizente Goikoetxea, un señalado aniversario que el próximo otoño asistirá también a la presentación de un libro sobre la figura y la obra del creador realizado por Josemari Vélez de Mendizabal, la primera publicación biográfica sobre quien fuera una referencia que traspasó fronteras.

“Fue el gran renovador de la música sacra española. Tuvo la intuición de saber que era imprescindible hacer algo nuevo o esta música se iba a quedar en nada”, una labor que desarrolló en Valladolid, ciudad en la que residió y falleció tras pasar su niñez y juventud en tierras alavesas. “No volvió nunca a Aramaiona porque su familia casi había desaparecido de aquí, pero siempre tuvo presente a su localidad natal”, como se puede rastrear en algunas de sus composiciones. Es el caso, por ejemplo, de Salve Regina, en honor de Andra Mari de Ibabe.

A Valladolid, Goikoetxea llegó para entrar en su seminario tras haberse formado en leyes y haber trabajado en la capital alavesa dentro de una notaría. “No diré que tuvo una infancia y una juventud traumáticas pero sí difíciles por la influencia de su padre; le impidió dedicarse a lo que él quería, que era ser cura y, de hecho, no fue hasta la muerte de su progenitor cuando se marchó para formarse y tomar los hábitos”. Todo ello le convirtió en “una persona de carácter muy reservado; no era dado a los grandes aplausos, era un hombre que se recogía”.

Autodidacta en lo que a la música se refiere, aunque tuvo formación puntual con algunos destacados nombres, antes de ser ordenado como cura se presentó a un proceso de selección por oposición al cargo de maestro de capilla de la Catedral de Valladolid, un puesto que consiguió y desde el que desarrolló su trayectoria religiosa y cultural. “No se puede decir si era cura o músico”, una división imposible de afrontar porque, como explica Vélez de Mendizabal, “la gran fuerza que tiene la música de este hombre es que él la realizaba desde la más profunda convicción religiosa”.

Aportación significativa “Enamorado desde su juventud en Aramaiona de la música sacra”, esa intuición de la necesidad de un cambio le llevó a trabajar en una serie de aspectos que entre finales del siglo XIX y principios del XX no estaban en el foco de atención. La preocupación por la composición y la polifonía, y la apuesta por el gregoriano marcaron un camino que en 1903 se encontró con un aliado en Roma.

Ese año fue nombrado Papa Giuseppe Melchiorre Sarto, es decir, Pío X. Eso sucedió el 4 de agosto de aquel año, publicándose el 22 de noviembre Motu proprio, documento en el que la máxima autoridad de la Iglesia Católica apostaba por la renovación de la música sacra prácticamente en los mismos parámetros en los que ya estaba trabajando Goikoetxea desde una década antes. “Así que todos los ojos se volvieron hacia Valladolid; le empezaron a llegar alumnos que querían estudiar y aprender de él y hasta 1915, junto a ellos, Goikoetxea desarrolló una labor frenética en este campo, extendiendo sus discípulos y su nombre no ya por España sino también por Europa”.

Pero en 1916, cuando tenía 62 años, el compositor -que también se dedicó a la dirección de coros y que a principios del siglo XX fue impulsor del primer congreso sobre música sacra en el Estado- falleció por un problema de salud, dejando tras de sí una obra “inmensa”, que en muchos casos ha sido grabada, “aunque quedan también muchas composiciones que no”.

Estas y otras cuestiones se encontrarán en el libro que se publicará a finales de año, una propuesta que pretende, ante todo, tener un tono divulgativo, una invitación al lector para profundizar en la persona y en el creador. “Para nada quiere ser una tesis doctoral”, sino una puesta en valor del compositor que sea accesible para cualquier lector. “Lo único difícil ha sido darle forma”.

“Existe mucha documentación sobre él, artículos en revistas especializadas, menciones en medios generalistas, partituras... y hay personas como Sabin Salaberri que han realizado trabajos anteriores sobre su huella, aunque es verdad que hasta ahora no había un libro de estas características”, apunta Vélez de Mendizabal, quien confiesa que la labor ha sido tan fácil como grata puesto que “tengo la suerte de ser de Aramaiona y tengo el nombre de Bizente Goikoetxea grabado”. Es hora, por tanto, de que para algunos el compositor alavés deje de ser solo el nombre de una plaza ubicada en su localidad natal o de una calle en Gasteiz.