Gus Van Sant fotografía a una novata Nicole Kidman y traza con acuarela los rasgos desafiantes de River Phoenix, estampas de una juventud cruda y poética que articula su universo creativo, como muestra una exposición que abre hoy sus puertas en La Cinemathèque Française de París. En instantáneas, pinturas, collages y composiciones musicales, que desbordan las fronteras de la cinematografía, el director estadounidense lanza una mirada a un tiempo “tierna, cruel y fascinada” sobre adolescentes y jóvenes, según explica a Efe Matthieu Orléan, comisario de la muestra que se puede visitar hasta el 31 de julio.
De la rebeldía de dos jóvenes chaperos en My private Idaho (Mi Idaho privado, 1991) a la perturbadora violencia en un instituto de Elephant (2003), la producción de Van Sant refleja esta obsesión fundamental, que se extiende a otras disciplinas, abordadas por el autor como complemento a su actividad cinematográfica. Tomadas con una Polaroid, sus instantáneas en blanco y negro retrataron a jóvenes ídolos como Keanu Reeves o los componentes de The Red Hot Chili Peppers.
Esta colección, que Van Sant empezó a forjar de forma “espontánea” para recordar a sus actores, según explicó el propio director en la presentación de la muestra, cede el protagonismo a la mirada, siempre frontal, y al juego de luces y sombras. Artista plástico en sus inicios antes de consagrarse al cine, sus acuarelas y cut ups -mezcla de fragmentos de imágenes- expuestos en la galería Gagosian de Los Ángeles en 2011, profundizan en esta misma sensualidad, que le lleva a retratar la desnudez de hombres jóvenes en paisajes urbanos o naturales. La música, compuesta en ocasiones por él mismo para algunas de sus películas, se convierte para el creador en otra vía para acercarse a iconos juveniles como Kurt Cobain, cuya vida inspiró Last Days.
‘Beat’ Descubridor de talentos como Matt Damon, Ben Affleck y Keanu Reeves, la obra de Van Sant, atravesada de estupefacientes, marginados y ansias libertarias, se nutre asimismo de la contracultura beat de los años 50. Su admiración le lleva a invitar a sus obras a los próceres del movimiento, como el poeta Allen Ginsberg o el novelista William Burroughs, que interpreta a un sacerdote en Drugstore Cowboy (1989), retrato de una banda de yonquis atracadores que le valió a Van Sant el reconocimiento internacional. Contestatario e inconformista, su heterogénea obra abarca desde la producciones independientes hasta las colaboraciones con los grandes estudios, que tras el éxito de El indomable Will Hunting (Good Will Hunting, 1997) le propusieron realizar una adaptación de una obra escogida por él. De un amplio catálogo, el cineasta se fijó en Psicosis de Alfred Hitchcock, que copió plano por plano por la dificultad, a su juicio, de mejorar la que considera una obra maestra. Un experimento fallido para Van Sant, que pretendía comprobar si la idea era capaz de generar dinero y si era posible copiar un largometraje. “Las películas tienen una vida propia que no se puede reproducir y la experiencia personal del director determina su punto de vista”, argumentó el cineasta.
Portland A través de piezas pertenecientes a su colección personal y otras ajenas, la muestra repasa otros temas que atraviesan su obra, como la violencia y el vínculo con la urbe que le vio crecer, Portland, en pleno Oeste de Estados Unidos. Atraído por la “fuerte subcultura” y la “vertiente bohemia” de la ciudad, Van Sant situó en ella sus primeros filmes, como Mala noche (1986) o Drugstore Cowboy (1989), y uno de los últimos, Paranoid Park (2007). También destaca la homosexualidad, que alcanza su dimensión más política en Milk (Mi nombre es Harvey Milk, 2008), crónica del movimiento gay estadounidense en los 70 a través de uno de sus líderes. El activismo por los derechos de los homosexuales centra también su último proyecto, como productor de la serie para la ABC When We Rise, que recorrerá la biografía de pioneros de esa causa.