madrid - Tal día como hoy hará cien años que el compositor Enrique Granados se tiró, como si fuera Di Caprio en Titanic, al agua para salvar a su mujer tras ser torpedeado el barco en el que viajaban. No sobrevivieron pero el barco llegó a puerto. “Su música es tan romántica como él”, asegura el pianista Daniel Ligorio.

Ligorio ha grabado con Warner Granados-Works for Piano, que sale hoy a la venta y que él presentará por la noche en un concierto en la Pasqua de Cervera (Lleida).

En el disco hace una incursión en los trabajos del también leridano (1867) para decantarse por Danzas españolas, Valses poéticos y Escenas Románticas. Desde hace 20 años, las dos últimas acompañan al pianista barcelonés, que cree que su música “bebe de la tradición romántica de Chopin y Schumann pasada por el prisma de la luz mediterránea y del folclore español”, asegura. Aunque precisa que no es un experto en la vida de Pantaleón Enrique Joaquín Granados Campiña, sí destaca que el músico fue “un compendio de tradición, glamour, seducción y tragedia”, y que nadie puede saber “a lo que habría llegado” de no haber fallecido tan joven, un caso opuesto al de Falla, que pudo desarrollar toda su inventiva.

El músico (Martorell, 1975) tenía “muchas ganas” de grabar la obra de Granados, no solo por lo familiar que le resulta, sino porque es parte, junto a Albéniz, Falla o Turina del grupo de los compositores “del nacionalismo” y porque no deja de ser “un posromántico”, que bebe de Schumann, a diferencia de Falla o Turina. “No está todo lo valorado que debería estar pero lo cierto es que donde se toca su música logra el reconocimiento. Granados tiene el don excepcional e increíble de generar temáticas”.

Lo más trágico de la vida de Granados es su muerte porque fue inútil en todos los sentidos y consecuencia de un cúmulo de infaustas casualidades, que él, en cierta forma, “barruntó”: “En este viaje dejaré los huesos”, comentó confesando su pánico a navegar.

Tuvo que estrenar, el 26 de enero de 1916, Goyescas en el Metropolitan Opera House de Nueva York aunque el propósito inicial era haberlo hecho en París pero la I Guerra Mundial lo impidió. En Nueva York fue tanto el éxito, que el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson (1856-1924), organizó una recepción en la Casa Blanca para conocerle, lo que les obligó a posponer su viaje del 8 al 11 de marzo. A pesar de que les advirtieron que en pleno conflicto bélico no era aconsejable viajar en un barco con bandera de uno de los contendientes, Granados, en su deseo de volver a casa cuanto antes, sacó billete para el tramo Folkestone (Inglaterra) Dieppe (Francia) en el barco francés Sussex.

El 24 de marzo, Enrique Granados y su esposa, Amparo Gal, embarcaron en el vapor, que zarpó a las 13.15 horas con rumbo a Dieppe, en la otra orilla del Canal de la Mancha. Hacia las 14.30 el Sussex fue detectado por el submarino de guerra alemán UB-29, que aparentemente lo confundió con un barco minador, y hacia las 14.50, lanzó un torpedo que impactó en el medio del casco. Amparo Gal se lanzó despavorida al agua y detrás de ella, sin saber nadar tampoco, su marido, y se ahogaron, junto a otros 80 pasajeros y tripulantes. La parte del barco que quedó a flote fue remolcada hasta el puerto de Boulogne. “Su camarote estaba en la parte que no se hundió y todas sus cosas llegaron a puerto, incluida una urna con monedas que les habían regalado. Sus siete hijos, uno de ellos un bebé, les esperaban en el puerto”, recuerda Ligorio, que dedicó su anterior trabajo a otro compositor fallecido “demasiado joven”, Georges Gerswhin (1898-1937).

El pianista, que actuará con este repertorio el 7 de abril en el Conservatorio del Liceo, asegura que toca a Granados “con el máximo respeto” y trata de “disfrutarlo” en cada nota descubriendo nuevos matices que le acercan más a su “alma romántica”. - Concha Barrigós