- Dice que no tiene prisa para que su segunda novela, que ya está terminada y reposada, vea la luz. Quiere seguir disfrutando del recorrido de En los pliegues del viento (Good Books), que ya está por su segunda edición tras publicarse el pasado otoño. Realidad y ficción, contexto histórico e invención argumental se conjugan en una publicación en la que José Miguel Boal Gómez ha invertido casi una década de su vida.

El dónde, el cuándo y el qué se ponen en estas páginas a la misma altura para trasladar al lector al año 70 después de Cristo, para viajar, a través de la figura de un niño de 11 años, desde la Jerusalén invadida por los romanos hasta las minas de Oiasso (Irún). “Hay tres novelas en una”, apunta el escritor nacido en Alsasua y residente en Gasteiz desde finales de los años 60, consciente de que tanta importancia tiene ese contexto histórico como la historia de superación que se ejemplifica en el joven Yosef y la reflexión sobre el destino del ser humano y su fragilidad ante lo que le acontece.

El vehículo para todo ello es ese niño que, arrancado de su tierra y esclavizado, sólo tiene una idea en la cabeza: poder volver a su casa para reencontrarse con su familia. Sin embargo, los planes de sus captores son distintos y pasan por llevarle a las minas cercanas a Irún, donde tras un accidente puede encontrar algo de sosiego en la casa de una curandera donde aprende las costumbres y la lengua de los vascones. Ese paréntesis no le dura mucho. El procurador de la Hispania Tarraconense le ofrece la libertad si es capaz de llevar a cabo una misión que ya ha costado dos vidas y que significa investigar la calzada XXXIV entre Pamplona y Miranda para identificar un negocio ilegal relacionado con la, por entonces, importante sal. “Espero que el lector viva, aunque sea un poco, lo que relata la novela y que, además, pueda aprender un poco sobre un pasado que, en muchos casos, desconocemos”, describe Boal, sabedor de que “en Euskal Herria tenemos un gran desconocimiento sobre nuestra tierra porque aquí se tergiversan muchas cosas, se mezclan y se lían”.

Bajo la premisa de que “la historia son hechos que no han sucedido contados por gente que no estaba allí”, la idea de esta novela surgió de ese interés por descubrir a través de autores de distintas épocas como Plinio, Julio Caro Baroja o Claudio Sánchez Albornoz. Bueno de ellos y de la insistencia del hijo pequeño de un autor que, según reconoce, ha encontrado no pocos problemas en el camino de la edición, aprendizajes que, eso sí, no han disminuido, en ningún momento, la “ilusión” que le ha proporcionado desde el inicio este proyecto. Una apuesta que empezó a construirse en 2006 y que ahora es una realidad.

De todas formas, Boal, que también escribe poesía (“tengo material como para dos libros”) y relatos breves, también mira al futuro. Ya tiene terminada otra novela que, en este caso, se centra en la Euskal Herria del siglo XX y en el fenómeno de la migración hacia los focos industriales. Y quiere empezar una tercera que no se moverá del espacio geográfico pero que se trasladará a la época visigoda.