El escritor peruano Mario Vargas Llosa vuelve con una nueva y esperada novela, Cinco esquinas, una mezcla de thriller y retrato social y político de los últimos días de la dictadura de Fujimori, donde critica el mal periodismo, “el amarillo y chismoso,“ y donde el sexo sirve de válvula de escape. “Hay que tratar el sexo con naturalidad, ya hemos pasado por Freud y el psicoanálisis, por toda la cultura sexual de nuestro tiempo, que es rica y variada, y deberíamos estar informados de que en el sexo no existe una normalidad y una anormalidad, que las fronteras se confunden y se borran y las posibilidades son infinitas”, explica el premio nobel.
Y es que Cinco esquinas (Alfaguara), que estará en las librerías mañana, comienza con una escena erótica entre Chabela y Marisa, dos amigas de la alta sociedad que se convierten en amantes una noche que se ven obligadas a no salir del piso de una de ellas por el toque de queda vigente en los años 90 en Lima, ciudad que se hunde en la violencia, las extorsiones y los secuestros. Una novela llena de erotismo porque, en opinión del escritor peruano, es “un síntoma de alta civilización”. “En el amor no hay que aburrirse, exige creatividad -explica- y una inversión de tiempo y de cultura que lo convierten en arte. Los pueblos primitivos lo veían como un desfogue animal y la cultura lo ha transformado en algo complejo y rico”. “Solo hay un límite -advierte- en las perversiones y cosas intolerables que pueden ser evitadas”, subraya.
Pero Cinco esquinas es también un alegato contra el mal periodismo, el que está al servicio del poder, un tema que también trató otro gran intelectual, el fallecido Umberto Eco, en su último libro, Número cero, al hablar de “la máquina del fango”. “Creo que una originalidad de la dictadura de Fujimori y Montesinos fue la utilización de la prensa amarilla de manera sistemática para bañar a sus críticos en mugre periodística, inventando escándalos o sacando a la luz asuntos privados, políticos, familiares, sexuales, mediante una prensa que la dictadura tenía subvencionada, y esto lo he aprovechado”, añade.
Una crítica al llamado periodismo “chismoso”, que es central en esta novela a través de un protagonista que se dedica a extorsionar y sacar escándalos y que vertebra todo el libro, porque para Vargas Llosa hoy el periodismo “está en peligro”. “Siempre se pensaba -argumenta- que el periodismo podría estar amenazado por el poder político, por el militar o el económico, pero nadie hubiera podido pensar que el periodismo podría estar amenazado por la frivolidad, por el periodismo irresponsable o chismográfico, que es la forma representativa de esta época”, dice. “La deriva que ha tomado el periodismo es una preocupación grande, porque ha desembocado en la cultura del espectáculo”, subraya el autor de La fiesta del Chivo, al tiempo que dice, con humor y con una sonrisa, que él ha sido víctima de dicho periodismo. “Desgraciadamente sí he sido víctima de una cierta indefinición de un periodismo en el que lo serio y lo marginal se confunden”, recalca.
Mario Vargas Llosa ha trazado en Cinco esquinas todo un mosaico humano y social, una especie de cuadro de la compleja realidad peruana en los últimos días de Fujimori (que gobernó entre 1990 y 2000), “con tremenda violencia, inseguridad o falta de perspectivas”. El barrio antiguo de las Cinco Esquinas -que en la época colonial fue el centro, en el XX tuvo un renacimiento cultural y bohemio, y hoy es un barrio peligroso- es también protagonista de la novela.
Vargas Llosa, premio Príncipe de Asturias, Cervantes y tantos otros, celebrará el próximo 28 de marzo sus 80 años, una fecha que hay que tomar “con deportividad”, dice. “Es una etapa más entre las muchas que conforman la vida, pero lo importante es mantenerse vivo, con el trabajo y con las muchas ilusiones que tengo, hasta que el cuerpo aguante”, sostiene con una voz enérgica. Además, el próximo mes de abril verá cumplirse un sueño “inimaginado”, la publicación de dos tomos, con ocho de sus obras, en la prestigiosa colección francesa La Pléiade, donde está el canon de la literatura universal. “Eso me hace una ilusión tremenda, más que recibir el Premio Nobel, porque el Nobel se pasa y se olvida, pero La Pléiade está ahí para siempre”, concluye.