Estos días, la ocupación se centra en las labores de post-producción de dos trabajos de relevancia. Por un lado, toca dar forma definitiva al vídeoclip grabado hace unas pocas jornadas en Agurain para promocionar la próxima edición del Araba Euskaraz, un trabajo en el que entre músicos, progenitores, profesores y estudiantes han estado frente a la cámara más de un centenar de personas. Por otro, es el momento de componer el diario audiovisual del concierto-homenaje que el pasado enero tuvo lugar en Helldorado para recordar al fallecido guitarrista alavés Roberto Alzola Kokillo, una fiesta que reunió a no pocos espectadores y compañeros de escenario. Son sólo dos ejemplos del camino que vienen desarrollando Rubi Rock y Mikel Kowalski desde que fundaron la productora alavesa Dirty Short Films.
En 2011 dieron el primer paso en forma de cortometraje (El negocio), pero tras aquel primer impulso, el proyecto de los dos socios y hermanos abrió un pequeño paréntesis que se cerró entre finales de 2013 y principios de 2014, cuando el grupo vitoriano Akrata les propuso hacer un vídeoclip. Con lo justo y de manera un tanto artesanal -aprendieron a hacer una steadycam a través de Internet-, esa producción ofreció a ambos la razón definitiva para formalizar Dirty Short Films, abrir sus perfiles tanto en Youtube como en Facebook y realizar diverso material de merchandising para darse a conocer. Ahí, la apuesta fue creciendo con la llegada de nuevos encargos para bandas locales como 124, la adquisición de recursos profesionales y de calidad y la conformación de una red de colaboradores que, en muchos casos, repiten a cada llamada. “Hay gente que no pregunta ni para qué les llamamos, dice sí al instante”, ríe Rubi Rock.
Por ahora es el sector musical el que más está reclamando su trabajo. De hecho, además de creaciones como el reciente vídeo para Porco Bravo, Itxura Estudioak ofrece a las bandas a las que recibe en su sede la posibilidad de completar la grabación de sus discos con la realización de vídeoclips por parte de la firma alavesa. “Estamos abiertos a lo que venga y también queremos poder hacer realidad los proyectos de otros”, apuntan los dos fundadores (se puede contactar con ellos en dirtyshortfilms@gmail.com).
En el arranque, como suele suceder en estos casos, es el dinero el principal obstáculo. A la espera de recuperar en algún momento la inversión realizada, Mikel apunta que “la cuestión es poder ofrecer un trabajo de calidad, vivir de ello y corresponder como se merece a quienes colaboran con nosotros”.
Es en ese proceso de crecimiento y difusión en el que se encuentran ahora, conscientes de que en algunos instantes hay que llevar a cabo producciones ajenas a la filosofía de Dirty Short Films que también se llevan a cabo pero fuera de la marca. “Desde 2014, cuando hicimos el vídeo para 124, no hemos parado pero tampoco nos queremos precipitar”, explica Rock.
Por ahora, los dos están haciendo en realidad su apuesta, un proyecto que, en cierta medida, es consecuencia de aquellos años de juventud cuando jugaban a grabar sus películas con una caja de cartón. Con el paso del tiempo, ellos se han atrevido, lo que ya es un valor en sí mismo. Pero esto es sólo el principio.