LA tele es gigantesca devoradora de programas de ficción y no ficción, donde telerrealidad y comedietas se suceden sin solución de continuidad para alimentar las ansias consumistas de los televidentes. Por ello, las parrillas de los canales televisivos ofrecen cientos de productos que son comedias de situación convertidas en series que temporada tras temporada acaparan la atención del público y son referentes de triunfo y aceptación popular.
La serie mejor pagada de la producción televisiva norteamericana es la protagonizada por un grupito de jóvenes universitarios que responde al título de Big Bang Theory, donde se mezclan ellos y ellas en un continuo fluir de situaciones bien construidas, típicas de la producción USA donde Sheldon, Leonard, Howard y Rajesh, Penny y demás personajes entran y salen de escena con natural facilidad al ritmo de las tramas de cada capítulo. La comedieta lleva nueve temporadas en antena y su consolidación en las parrillas es un hecho evidente.
Y de la ficción a la realidad cotidiana de un programa de telerrealidad grabado en el acontecer de cuatro parejas, tres heteros y una gay, que muestran de manera descarnada sus encuentros y desencuentros con problemas de convivencia, casándose al comienzo de la relación y apostando por el fracaso en la mayoría de las parejas que no funcionan y se estrellan con la dinámica de relación personal e íntima, con la experiencia sexual como piedra de toque en sus convivencias diarias. Dos modos de encarar la producción televisiva, que con resultados diversos utilizan los programadores a la hora de confeccionar los menús diarios a la búsqueda del éxito y notoriedad. Es el eterno planteamiento de la vida que imita al arte, o éste que copia a la vida que guionistas y actores plantean frente a las cámaras en un ejercicio de creatividad que a veces no funciona y otras se convierte en éxito de audiencia televisiva.