Durango - “Si la rueda del euskera y la música vasca sigue girando, la Azoka tiene mucho que ver en ello”, asegura Anjel Valdés, portavoz de la discográfica Elkar, responsable, junto a Gerediaga Elkartea, de Kantuz. 1965-2015. Memoria eta desira, un recopilatorio que agrupa canciones en euskera del último medio siglo, cantadas por grandes como Laboa, Lete, Oskorri, Ordorika, Hertzainak, Kortatu, Errobi, Itoiz o Lertxundi, junto a artistas más desconocidos y grupos actuales, caso de Ken Zazpi, Kerobian, Willis Drummond o Berri Txarrak.

¿Cómo se gestó el proyecto, surgió de Elkar o de Gerediaga?

-La idea se articula en torno al 50º aniversario de la feria, que se ha convertido en un pivote sobre el que giran las ediciones y presentaciones de libros y discos vascos, y con una gran asistencia de público. Esa ha sido la excusa, ya que el fin es contar una historia musical en 50 canciones.

Sería como recuperar nuestra memoria.

-Eso es. También es un homenaje a toda esa gente de asociaciones, particulares y empresas que funcionan en torno al euskera y que se han dejado la vida en intentar darle visibilidad. Y ahí, la feria es vital, ya que ofrece el producto y facilita la compra y el consumo en casa.

A pesar de los cambios producidos ¿no? Tanto en la feria como en la producción musical.

-Claro. Hay cosas que permanecen, como el espíritu de perdurar o la propia temática de las canciones, que siguen centradas hoy en la libertad, el amor, la identidad o el euskera. Los tiempos han cambiado, al igual que el modo de consumo de la música con la aparición de Internet. Incluso nos relacionamos de manera diferente aunque la música, siempre que hay intercomunicación, está ahí, viva. Hoy se oye más música que nunca y en más formatos. Desde ese punto de vista es bueno lo que ha sucedido; otra cosa son los problemas con los derechos de los autores, productores y artistas, opuestos a un público que quiere la gratuidad total.

Ahí se produce un reto importante para la industria.

-Sí, el de llegar a unas generaciones jóvenes que no ven la música como antes y no piensan en el disco, al completo, sino en la canción y en la diversión. Pasa lo mismo con los directos y creo necesaria la ayuda pública para asentar una cultura resistente que se lleve bien de la mano con la industria.

Al final, lo que realmente permanece es el poder de la música y de la canción, la transformación que provoca al ser escuchada.

-Claro. ¡Cuántas canciones nos han conmovido! La relación es muy íntima, nos llevan de la mano y dejan en nosotros una realidad poética. Yo defiendo que las canciones realmente válidas son las que intentan cambiar a la sociedad y las personas, tratan de hacer un mundo mejor y llevarnos de la oscuridad a la luz. En los 70 y ahora, sigue siendo así. Las canciones dejan poso.

¿Cómo se plantea la antología ante una producción tan inmensa en medio siglo?

-La selección ha sido dificilísima porque los registros de canciones en euskera pueden ser entre 25.000 y 30.000 en este tiempo. Tener que elegir 50 me dejó desamparado (risas). Además, hemos intentado que no fuese solo catálogo de Elkar, aunque sea una parte importante. Si queríamos mostrar la realidad, había que contactar con otras compañías como Gor o Baga Biga. Se ha rescatado también cosas de IZ y Xoxoa, y llegado a acuerdos con grupos que han editado sus propios discos. Y hay canciones en directo, tres con arreglos sinfónicos? La selección no se queda en lo obvio.

-Eso es, hemos buscado incluir cosas más audaces, como a Imanol con Amaia Zubiria o Kortatu con Laboa, y no olvidar a grupos jóvenes haciendo versiones de clásicos, para apuntar hacia el futuro. Esto tiene que durar al menos 50 años más (risas). ‘Kantuz’ presenta a las grandes figuras, pero rescata a otras menos conocidas también.

-Sí, la canción más antigua quizás sea la de Xabier Lete, de 1971 o 1972. Están Artola, Lertxundi, Laboa, Oskorri, Hertzainak, Itoiz, Ordorika? pero también artistas menos conocidos como un grupo precursor como Koska, Izukaitz, pioneros del folk urbano a lo Oskorri con mujer al frente, los M-ak, Delirium Tremens o Jokin eta Josu, dúo que me encantaba e hizo un único disco, aunque precioso y muy dulce.

¿Está dirigido a una edad determinada, a alguien con poso vital y cultural, de cierta edad?

-Hombre, yo tengo 58 años y viví mucho esa época de la que estamos hablando. Para alguien como yo, este disco rescata mis memorias y lo entenderá muy bien, pero se trata también de provocar una memoria adquirida por lo que puede gustar a alguien con 15 años. No hay que olvidar de dónde venimos y transmitir esa riqueza a la juventud.

El título, extraído de la canción ‘Kantuz’, es una bonita declaración de principios ¿no?

-Sí, la firmó el compositor y poeta de Iparralde Joxe Mendiague. “Nací con canciones, con canciones vivo, ¿por qué no morir con canciones?”, dice la letra. Esa es la idea genérica y la experiencia vital de mucha gente, la tuya y la mía, la de organizar la vida en torno a la música. Vamos hacia atrás con la memoria pero seguimos adelante con las canciones.