Vitoria - Con el trabajo realizado para Señas de Identidad, de Juan Goytisolo, acaba de quedar tercero por segunda vez en el Premio a las Mejores Encuadernaciones Artísticas que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, un galardón que ganó en 2011 por la labor llevada a cabo con Paraíso inhabitado de Ana María Matute. No son las únicas distinciones que Zigor Anguiano acumula a lo largo de una trayectoria dentro de la encuadernación de libros que lleva en el ADN. Su abuelo y su tío abuelo se dedicaron en ello. De hecho, este último fue el primer profesor que en esta materia tuvo la Escuela de Artes y Oficios, centro por el que él pasó desde 1999 hasta 2010 ya que es el único espacio donde poder formarse en este campo.
Ahora, eso sí, Anguiano da un nuevo paso, uno arriesgado además cuando la crisis económica es todavía una realidad y en un sector muchas veces poco conocido y, por desgracia en ocasiones, no muy valorado. “Es de esas cosas que dices: esto no va a funcionar ni de coña”, dice con una sonrisa. “Pero es cuestión de buscarle la vuelta. La encuadernación tradicional está totalmente industrializada y no tiene sentido entrar ahí. Lo que se busca es más el objeto exclusivo, personalizado, esos trabajos que una imprenta no te hace porque o estás pidiendo cantidades pequeñas o son trabajos muy especiales”, apunta este creador desde el espacio que acaba de abrir en la calle Nueva Fuera, Zigor Encuadernación. “La ventaja es que tampoco hay competencia”, vuelve a sonreír.
La semana pasada se subió por primera vez la persiana de un local en el que además de desarrollarse la parte comercial también se quiere asentar una labor formativa tanto continua como específica a través de cursos, talleres y monográficos. “Incluso si alguien quiere enseñar, aquí estamos”, avisa.
A una persona que cruce su puerta o se adentre en su trabajo a través de www.zigorencuadernacion.com “no voy a decirle: tenemos esto, esto y esto. Quiero que me digan lo que quieren, qué idea tienen y seguro que vamos a llegar a un punto en común para hacer algo diferente”, sabiendo que, desde un punto de vista económico, “como oí una vez, el trabajo del artesano no es a tiempo completo ni a tiempo parcial, es a tiempo perdido”.
En su estudio-taller, todo puede ser: álbumes, libros, cuadernos, libretas, agendas, cajas, carpetas... la lista no está cerrada ni tiene límites. Eso sí, él tiene claro que “me gustaría que me pidieran lo que llamamos encuadernación de arte con libros de categoría” por mucho trabajo y tiempo que lleven. “Hay mucha gente que no sabe lo que es encuadernar, incluso hay muchas personas que leen de manera habitual y que nunca se han parado a mirar un libro y preguntarse: ¿y cómo está hecho esto?”. A él lo más curioso que le han pedido fue “algo sencillo de hacer y que respondía a una idea maravillosa: era alguien que le quería mandar a una persona sordomuda un mensaje por lenguaje de signos y lo quería hacer como en esos libros que se pasan las hojas con el dedo y todo cobra sentido cuando ves la secuencia”.
Anguiano reconoce que “no entiendo mi vida sin trabajar con las manos”, por eso ahora ha hecho esta apuesta, dejando aparcado el que hasta hace nada era su trabajo y emprendiendo un camino “ilusionante”.