El apoyo a los afectados de ataxia-telangiectasia es el punto de unión entre el Aitzina Folk y Parradust. El festival arrancó su camino en 2013 con una doble intención. Por un lado, como bien indica su nombre, ser una referencia para el folk en el territorio alavés, una forma de poner en valor a los músicos cercanos al tiempo que se conocen a nombres destacados llegados de otras partes. Por otro, con carácter solidario, obtener fondos que ayuden a quienes sufren esta enfermedad rara, como Jon, hijo de Patxi Villén, miembro del mencionado grupo alavés y presidente de Aefat, la asociación estatal de personas afectadas.
El certamen se encuentra celebrando ahora una tercera edición dividida en dos partes. El pasado mes de octubre se vivió, y de manera muy intensa, la primera entrega del cartel, incluyendo el gran reclamo de este año: el concierto de despedida de tierras alavesas de Oskorri antes de su ya definitiva disolución. Pero todavía hay más ya que justo con el arranque de 2016, el Aitzina volverá a llamar al público.
Lo hará el 2 de enero en La Cassette donde se producirá, con entrada gratis, la denominada Irish Session, una reunión abierta a todos los músicos que quieran tomar parte para compartir sonidos y charla en un ambiente informal. “Las dos experiencias anteriores han funcionando muy bien”, describe Villén, quien junto a sus compañeros de Parradust formará parte del plantel de intérpretes que ya tienen asegurada su presencia. Justo un día después, el festival se trasladará al Principal, para acoger a Calum Stewart & Heikki Bogault Quartet, y Xabi Abuzurraga Band y amigos (las entradas están disponibles por 25, 20 y 15 euros). A esta última cita está previsto, además, que puedan acudir los investigadores que están trabajando en la Universidad de Sevilla en el proyecto que se financia gracias a lo obtenido con la celebración del certamen.
“Poco a poco, el público se va enterando de que existe el festival y va acudiendo a los conciertos. Y la gente también pregunta sobre la enfermedad” en los stands informativos que se instalan en cada sede de un certamen que, hasta el momento en esta tercera edición, “está obteniendo buena respuesta”, según relata Villén, a la espera de saber cómo seguirá todo en enero.
De hecho, tras la kalejira con la que se abrió el programa (con la participación de los trikitilaris y panderojoles de la Escuela de Música de Agurain, Mendialdeko Gaiteroak, Eguzki Fole y Amiestu Sones) el pasado 3 de octubre llegaron dos recitales consecutivos en Oihaneder Euskararen Etxea y el Jardín de Falerina-Hor Dago! “en los que hubo mucha aceptación. De hecho, los leoneses Tarna vendieron 50 discos nada más terminar el concierto, que tal y como están las cosas es un dato más que significativo de cómo se lo pasó la gente con ellos”. También consiguieron el favor del público citas como el recital didáctico de Fetén Fetén llevado a cabo en Artium, aunque Villén sí que echa en falta más reconocimiento y apoyo a formaciones como Alos Quartet “que tienen mucha calidad y hay que promocionarlos más”.
Pero sin duda, el gran atractivo de lo acontecido hasta ahora fue el paso de Oskorri por un Mendizorroza que se quedó sin entradas. “Para nosotros ha sido un lujo que el concierto de despedida fuera en el festival. La actuación salió de cine”. Además, el paso de la banda vizcaína también tiene una importante huella económica, máxime para un certamen solidario. “Ha sido un caramelo. A falta de lo de enero, andaremos por los 30.000 o 35.000 euros de beneficios, aunque luego ya veremos cómo se queda tras los impuestos. Eso nos va a permitir poner en marcha otra convocatoria de un proyecto más clínico para ver si se encuentra algo más directo para los chavales. El proyecto que estamos apoyando ahora es de investigación básica, en el que se estudia la enfermedad y sus fundamentos, que es algo importante pues es la base para que luego se pueda encontrar algo, pero hemos hablado con los científicos y ellos nos han propuesto intentar apoyar algo más clínico”. Y eso que Villén tiene claro que lo que se puede aportar desde Aitzina Folk son cantidades pequeñas para lo que los investigadores necesitan, dinero que cuesta mucho recaudar y que llega “gracias a mucha gente” pero que “en realidad, no es tanto”. También por eso, la Fila 0 del certamen está abierta todo el año.