acontecimientos como los de la pasada noche del viernes en tres puntos urbanos de París ponen a prueba la capacidad de respuesta necesaria e inmediata en un horizonte informativo como el de los atentados donde la narración avanza lenta, confusa, llena de contradicciones y numerosas circunstancias que se dan por buenas y no están confirmadas. El golpe de sangre informativo que llega a las redacciones, que están casi en situación de duermevela en la antesala de un fin de semana, donde la información se adormece, a la espera de la nueva semana intensa, somete a los profesionales a un esfuerzo intenso, en una situación de precariedad de fuentes, datos y relatos. La confusión de los primeros momentos dispara las alarmas informativas sobre todo en las redacciones de los medios audiovisuales, ya que la prensa llegará inevitablemente tarde a la cita de los quioscos pero podrá subsanar este salto temporal entre lo sabido y lo transmitido, usando y nutriendo ediciones digitales. La falta de imágenes, y las que suelen existir son de baja calidad, o los planos fijos cuentan historias desconexas y de difícil entendimiento para los espectadores que asisten incómodos a relatos informativos espesos y repetitivos. Y a ello debe añadirse el férreo control que las autoridades imponen a información sensible, con el objetivo de no dar pistas a los autores de la masacre o crear más confusión en la ciudadanía sacudida por el atentado. Contradictoria situación, con una audiencia demando hechos, explicaciones y circunstancias y unos medios atados por las dificultades de avanzar en una situación casi de histeria que hay que controlar y dominar para la construcción de un relato veraz, lo más completo posible y casi inmediato. Difícil reto para la profesión. Algunos rozaron el ridículo no llegando a tiempo y otros como 24h de TVE se lucieron.
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