madrid - La vida de Clara Janés ha estado desde niña tocada por la poesía, los libros, la naturaleza o la casa familiar del Pedralbes, donde ya estaba a la escucha poética, la iluminación mística y el amor a la ciencia. Ahora el libro Movimientos insomnes reúne lo mejor de toda su obra.
Un libro editado por Galaxia Gutenberg que se publica cuando la poeta y traductora está escribiendo su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua. “Estoy feliz escribiendo el discurso y el elogio del señor U”, explica Clara Janés, en alusión a la parte del discurso en la que se traza un breve elogio de la persona a la que sustituye en el sillón, en este caso U, el fallecido Eduardo García de Enterría.
Pero mientras, Clara Janés (Barcelona, 1940) ha reunido su obra poética desde su primer libro publicado, Las estrellas vencidas, en 1964, lo que es como decir que ha publicado su biografía, porque vida y poesía son indisolubles en el caso de esta autora, Premio Nacional de Traducción y Medalla de Oro de las Bellas Artes.
Janés lleva toda la vida convencida de que existen percepciones del inconsciente que crean en el hombre un conocimiento inexplicable, y eso es lo que la ha llevado al misticismo y a la senda de San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús o Ibn Arabi.
Esta vida poética nace antes de los 4 años, cuando sentía estas percepciones: “Todo empieza desde que tenía un año y mi tía me tenía en brazos en un habitación oscura y fuera sonaba un disco, Concierto para dos violines, de Bach, y sentía cómo la música cruzaba la oscuridad. Y yo pensaba: ‘No puedo andar ni hablar, pero, cuando sea mayor, lo diré’”, sostiene.
“Parece muy fuerte, pero es así -recalca-. Hasta los cuatro años tengo plena nitidez de las cosas, después menos”, subraya Janés, quien ha vertido al castellano la obra de los checos Vladimír Holan y Jaroslav Seifert, Marguerite Durás, Nathalie Sarraute o Katherine Mansfield, entre otros.
Otras imágenes marcan a la escritora, hija de José Janés, el fundador de la editorial Janés, figura fundamental en la vida de Clara y cuya ausencia provocada por un accidente de tráfico marca también parte de su obra.
Imágenes como la de su casa en la calle Muntaner, en Barcelona, cuando su padre tenía el despacho en el entresuelo y no paraban de pasar escritores y gente de la cultura, la provocaron ya ideas avanzadas culturalmente hablando. Después la casa familiar de Pedralbes también será fundamental en esta creadora, que observaba a las monjas de clausura desde la terraza, cuando salían una sola vez al mes, y de las que aprendió que se puede “estar por encima del tiempo y el espacio”.
Y es que las imágenes fueron desde el inicio las que encendieron la pasión poética en la autora. “Primero tenía un sentimiento existencialista de la vida y me fascinaban las imágenes de Lorca y Dámaso Alonso, pero ninguno de los dos explicaban con imágenes lo que yo quería decir”, reconoce.
Más tarde, el poeta checo Holan fue otra figura fundamental en su vida. “Cuando le fui a visitar, pensaba que no valía la pena seguir escribiendo. Pero, cuando le conocí, pensé que, si alguien me leía como yo le leía a él, sí valía la pena”, añade. Esta relación dio lugar a La voz de Ofelia.
El libro reúne poemas de Del límite humano, En busca de Cordelía y poemas rumanos, El libro de alienaciones, De eros, De vivir, De kampa, De fósiles, De lapidario, De creciente fértil; De ver el fuego, De rosas de fuego; Del diván de ópalo, La indetenible quietud, Del libro de los pájaros, hasta llegar a 30 libros de la poeta.
Janés admite en el epílogo que nunca ha sentido como ahora tan verdadera la frase de Cioran: “Poesía significa desmayo, abandono, no ofrecer resistencia al hechizo. Y como todo hechizo, equivale a desaparición”.