El grupo galés Stereophonics ha vuelto a auparse esta semana a lo más alto de las listas de Gran Bretaña con su noveno disco, Keep the village alive (Pias), un tratado de pop guitarrero agradable y mayoritario que presentarán a finales de octubre en el BEC, en el marco del BIME. Los de Kelly Jones le han arrebatado el nº 1 a The Libertines, la banda del controvertido Pete Doherty, que ha grabado el destacable Anthems for doomed youth (EMI/Virgin) tras cerca de doce años de silencio discográfico.
Resulta extraña la escasa repercusión que logra Stereophonics fuera de Gran Bretaña, donde esta semana han vuelto a situar su último disco en el nº 1 de la lista de ventas, en seria competencia con The Libertines, Bring me the Horizon, Iron Maiden, Duran Duran o Weeknd. Y es que supone, nada más y nada menos, su sexto nº 1 tras los logrados entre sus álbumes Performances and cocktails (1999) y Pull the pin (2007), un logro del que solo pueden presumir The Beatles, Led Zeppelin, ABBA, Genesis, Oasis, Blur y U2.
Keep the village alive, que llega tras su oscuro Graffiti on the train, es hijo de una banda que surgió en pleno brit-pop y siempre ha ofrecido un repertorio agradable y mayoritario, más cercano a Oasis que a coetáneos como Manic Street Preachers y Nirvana. Liderado por Kelly Jones y completado por el bajista Richard Jones, el guitarrista Adam Zindani y el batería Jamie Morrison, sustituto del fallecido Stuarte Cable, el cuarteto reconoce haber vuelto a sus raíces al elegir su título. “Es una frase que escuché de niño y que significa mantén arriba el espíritu y trabaja duro. Los pueblos más pequeños a los que alude tienen el mismo problema, que desaparece el trabajo, cierran los bares y las comunidades cambian. Es un guiño a esa gente”, según Jones.
El disco alterna singles de éxito como el vitalista C´est la vie -con ecos (descafeinados) del punk pop de Undertones y de The Clash en los 80- y el agradable medio tiempo I wanna get lost with you, con temas de prestancia guitarrera y ritmo bailable como Sing little singer y guiños a la épica de Coldplay en White lies. También ofrece baladas acústicas en crescendo, caso de Song for the summer, y pasajes orquestales de calado como My hero. Un disco sin aristas, melódico y para mayorías.
Tras pasar por el nº 1 británico, esta semana ocupa el tercero el disco que supone el regreso de The Libertines, Anthems for doomed youth, un tercer disco publicado casi doce años después del anterior, una vez asimilado que los proyectos en solitario o alternativos de sus dos líderes no han cuajado y que la gira emprendida el año pasado se ha solventado con éxito artístico y sin demasiados problemas personales entre los cantantes y guitarristas Pete Doherty y Carl Barât.
Dados los problemas con la ley y personales de Doherty, principalmente relacionados con las drogas, es todo un éxito la existencia de Anthems for doomed youth. Como la del propio Doherty, que desapareció del foco mediático tras la conclusión de su relación sentimental con Kate Moss. Esa tranquilidad le ha venido bien para evitar acosos y que solo se hable de música, de un repertorio que el cuarteto grabó en Tailandia y que ha defendido ya con éxito en festivales como el FIB y Glastonbury, y en varias citas en Londres donde les han visto más de 100.000 fans.
Aunque la producción de Jake Gosling (Ed Sheeran, One Direction) lime aristas y ofrezca un resultado final muy pulido, sobreviven activos varios de los rescoldos que nos hicieron amar su debut, Up the bracket (2002). Principalmente, en Barbarians, donde Pete canta “todo lo que quiero hacer es gritar alto”; la rockista Glasgow coma scale blues, con aires de The Kinks; la punkie Fury of Chonburi; o el single reggae Gunga Din, donde canta “tengo que encontrar una vena, es siempre lo mismo”. En Belly of the best y The milkman´s horse juegan con el pop y entre los medios tiempos y baladas destaca Iceman, dedicada a los camellos, “siempre a la escucha”. Buenas melodías, coros efectivos y una madurez formal con más brillo y menos desparrame? pero un buen disco.