con la mirada puesta en el año que viene, el de la capitalidad cultural Donostia 2016, y con la sensación de que esta 63ª edición se salda con discreción, nada ha habido emocionante y nada ha sido infame. A cambio, la última jornada, por uno de esos caprichos de la programación, estuvo presidida por el absoluto protagonismo de la infancia. Marc Recha, un director de trayectoria muy personal a quien hace unos años Donostia Kultura dedicó un ciclo retrospectivo y Philippe Lesage, un director canadiense con un buen historial, cerraron la lista de películas a concurso en la Sección Oficial.
El día contempló también, aunque fuera de competición, otra aventura en la que sus intérpretes parecen gozar como niños aunque sufran como adultos: No estamos solos. Un vibrante reportaje enhebrado a partir de los diferentes movimientos sociales, un sencillo documental que aglutina, unidas por la hartura y el espíritu del 15M, algunas acciones ciudadanas en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Gijón, entre otro sitios, impulsada por el tándem formado por Pere Portabella y El Gran Wyoming. Su estreno movilizó una animada concentración de algunos de sus anónimos protagonistas en la ciudad que se ha comprometido a ser capital cultural de Europa al servicio de una idea: la cultura para la convivencia. Una oportuna presencia y un inmejorable pretexto para ratificar ese fundamento, la necesidad de “vivir con” y la urgencia de fomentar la cultura necesaria para hacerlo.
En cuanto a Un dia perfecte per volar probablemente ha sido la propuesta más radical de cuantas se han visto en la competición de este año. La película de Recha, no es que sea de low cost, es que responde a una producción de cine doméstico. El propio Recha, su hijo y la ayuda de la amistad de Sergi López dan consistencia a un ensayo sobre el relato y la infinita capacidad fabuladora de la mente de un niño. Recha juega con una carta escondida cuando abre su filme con las explicaciones de su propio hijo acerca de los paseos que realiza junto a su padre por el campo. Durante minutos, las confidencias y las fantasías del niño y la figura de Sergi López evidencian la insólita capacidad de los niños para ver lo que la mirada del adulto ya ha perdido. Ese es el juego que se desvela en los minutos finales y que aporta la legitimación a este experimento de cine familiar donde se juega con diferentes niveles de significación, donde nada es fortuito por más que todo pueda verse como un mero capricho.
Dicho de otro modo, Recha se parece a sí mismo y a otro cineasta de singularidad notable, al Albert Serra de Honor de Cavalleria. Aquí como allí, más allá de la literalidad de lo que vemos y oímos, más allá de la frescura de este “juego de niños”, se adivina una planificación pormenorizada y una intencionalidad nada inocente. Alargada artificialmente, pese a durar 70 minutos, resulta complicado aceptar su presencia en esta competición. Este filme pinta aquí lo mismo que un poema enviado al premio Planeta de narrativa. No es que sea mala, de hecho, resulta mucho más interesante que algunas de las películas que compiten con ella. Pero, perece estar fuera de sitio.
La mirada desconcertada Les démons, con sus dos horas justas de duración, con una sólida estructura y con una firme intención, elabora una propuesta altamente sugerente cuyo mayor pecado es la excesiva acumulación de subtemas y recursos. De manera constante, su realizador parece abismarse hacia el barranco de lo convencional. Cada cierto tiempo, vemos asomarse el peligro del derrumbe, la debilidad de la concesión, como si su naturaleza fuera a romperse. Pero nunca lo hace, al contrario, no sólo burla ese peligro sino que imprime a su historia una atmósfera y un trasfondo muy especiales.
Secuencia a secuencia, sin estridencias pero con dolor, Lesage muestra los temores de la infancia, las dudas y las incertidumbres de su niño protagonista. Felix tiene diez años y aunque su nombre reclame felicidad para él, él no la tiene. Al menos su mirada aparece siempre perpleja, siempre observante, siempre teñida por los fantasmas del miedo. A través de sus ojos, Les démons va soltando los diferentes monstruos que zarandean los sueños de los niños. El sexo, la estabilidad familiar, la disciplina escolar, la rivalidad con las compañeras y compañeros y las salidas con el hermano mayor y sus amigos cuyas conversaciones y aventuras abren otro mundo. Ese mundo, el de los adultos, introducido como un rumor amenazante,del que Felix aprende que hay secuestradores de niños y asesinos feroces. Lo que no acierta a imaginar y no terminará de conocer, es que esas amenazas pueden estar al lado y que el azar golpea por capricho y la muerte escoge sin avisar.
Felix no puede llegar a ser consciente de ello, pero si lo hace el público de este filme. Y con ello, tiene en sus manos la posibilidad de adentrarse en un espacio apasionante y poliédrico narrado con sentido del relato. Todo el reparto, y en él predominan niñas y niños, cumple notablemente. Lesage obtiene de todos ellos un alto rendimiento. También de la fotografía y del montaje, de los escenarios y del ritmo. Dicho de otro modo, un buen filme que merece ocupar un lugar de honor entre los posibles candidatos a premios. Como Amama, como Sparrows, como Moira, como Truman? Muchos candidatos aceptables pero ninguno extraordinario.